Gabriele y Luciano seguían en la habitación, disfrutando un ligero desayuno, era un momento especial, el teléfono de Luciano vibraba insistentemente en la mesita de noche. Luciano lo miraba con fastidio, sin ganas de contestar, hasta que vio el nombre de Alessandro parpadeando en la pantalla.
—Dame un segundo —susurró, apartándose con cuidado de Gabriele, quien se quedó en la cama. Luciano respondió, su voz al principio baja, pero luego sonó alterada, mientras la conversación avanzaba. Gabriele lo observaba de reojo, dándose cuenta de que una mala noticia que se aproximaba.
—¿Estás seguro? ¿Quién notó algo? —preguntó Luciano.
— Maldita sea. —Terminó la llamada sin decir nada más y permaneció de espaldas unos momentos, necesitaba asimilar lo que acababa de escuchar.
—Tenemos un problema —dijo, regresando a la cama.
Gabriele se levantó de inmediato.
—¿Qué pasó? —preguntó con preocupación.
—Uno de los auditores internos de Zaharie revisó por accidente los archivos que Alessandro mani