Gabriele caminó un buen rato, queriendo despejar su mente y olvidar ese momento tan incómodo que vivió con Azzurra al salir de la academia. Las ofensas crueles aún le resonaban en la cabeza: “una perra asquerosa y un gay inmundo”. Una hora después, llegó a su apartamento, fue directo a la cocina, sacó una botella de vino tinto y se sirvió una copa. Se sentía solo, necesitaba un abrazo, alguien que le diera apoyo. Tomó su celular, dándose unos minutos para pensar a quién llamar. Pensó en su hermana Amalia, pero ella estaba en Milán y no quería preocuparla más, así que decidió no marcarle y en su lugar llamó a su amigo Damián.—¿Estás libre hoy? Te invito a cenar en mi casa.Damián respondió rápidamente: —¡Claro, perfecto! Nos vemos esta noche.Gabriele quiso cocinar, pero rápidamente se dio cuenta de que eso no era lo suyo, así que pidió comida a un restaurante famoso por su gastronomía. Arregló la mesa con cuidado, colocó los cubiertos y platos, y puso una buena botella de vino. Escu
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el suave susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el ambiente. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraro
Esa noche, mientras continuaba la algarabía del baile con un ambiente lleno de risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: sus ojos penetrantes, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, G
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, bebiendo una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. Sabía que su amigo estaba lidiando co
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu
En el camino de regreso a casa, Gabriele, toma la decisión de preguntarle a Luciano algo que había estado guardando en su interior.—¿Alguna vez has sentido una atracción especial por un hombre? —Preguntó Gabriele, con un titubeo en su voz, mientras sus ojos buscaban en los de Luciano una pista, una señal que lo guiara a entender lo que él mismo no lograba comprender.Luciano lo observó con un rostro inexpresivo, al principio, Gabriele pensó que quizá no había escuchado bien, o que Luciano necesitaba unos segundos para procesar la pregunta, pero conforme los segundos se alargaban, la falta de una respuesta se volvió más clara. Era como si la pregunta de Gabriele no tuviera el menor impacto sobre él.¿No tienes nada que decir? —Gabriele murmuró.Luciano lo miró fijamente, sus ojos eran tan intensos como siempre.—Nada que decir, Gabriele. —Finalmente, su voz salió sin emoción alguna.La respuesta de Luciano y la ausencia de cualquier tipo de reacción en este hombre, hizo entender a Gab
Con los días transcurriendo, Gabriele se encerró en su estudio, perdiéndose en el lienzo. Sin embargo, algo irónico comenzaba a suceder: Luciano no dejaba de aparecer en sus pinturas. A pesar de su esfuerzo por no pensar en él, su rostro seguía surgiendo en cada trazo, en cada pincelada. Gabriele estaba atónito, incluso algo alarmado por el grado de obsesión que comenzaba a desarrollar por ese hombre. Creía que estaba cruzando una línea peligrosa, la sola idea de estar enamorándose le aterraba, y se cuestionaba si realmente había perdido el control de su corazón y de su mente.Esa misma noche, Gabriele sintió el impulso de salir de su aislamiento, decidió reunirse con algunos amigos y dirigirse a un restaurante, buscando desconectarse de la tempestad emocional que lo consumía.Pero al llegar, algo lo detuvo en seco, justo ahí, en una mesa cercana, estaba Luciano. Su presencia lo golpeó como un relámpago, Gabriele sintió un cambio inmediato en la temperatura de su cuerpo, y todo lo qu
Una semana después, el curador de arte visitó el estudio de Gabriele para ver su trabajo de cerca. Al observar los cuadros, se muestra visiblemente impresionado por su talento, destacando lo único y maravilloso de su estilo, examina con atención cada obra analizando meticulosamente las técnicas y los detalles que lo hacen destacar. La pintura de Gabriele no sigue un patrón convencional; su estilo es profundamente personal, una fusión entre lo emocional y el realismo expresivo. En cada obra, hay una intensidad palpable que emana del lienzo, como si las emociones del artista se derramaran en cada trazo y cada color.— ¡Vaya! Este trabajo tiene algo tan… fascinante. Las capas, la textura. ¿Cómo logras este efecto tan profundo? Preguntó el curador. — Uso una técnica mixta que combina óleo y acrílico. Pienso que la mezcla de ambos les da una profundidad única a mis cuadros. Respondió Gabriele con una voz claramente emocionada.— Impresionante, estoy de acuerdo contigo, el óleo da esa se