Fuiste mi primavera rota
Fuiste mi primavera rota
Por: Navin
Capitulo 1

—¡Kristin, Kristin! —la voz preocupada de Hannah, la amiga de la infancia de Kristin se escuchó a lo lejos.

Kristin estaba arrodillada en el suelo, con el teléfono aun temblando entre sus manos, sus ojos se llenaron de lágrimas hasta desbordarse por sus mejillas.

—Él… él me engañó, Hannah… —murmuró con un sollozo quebrado— Todo fue una mentira... todo … —Se cubrió el rostro— Ni siquiera se llamaba Noah... ¡Ni siquiera su nombre era real!

Hannah entristecida la abrazo, mientras mirabas feroz observaba la televisión, el titular brillaba como una cuchillada para su querida amiga.

“El joven CEO Henry Schneider anuncia su compromiso con Ayla Hofmann.”

La imagen del supuesto “Noah” aparecía sonriente, elegante, con Ayla tomada de su brazo.

—Ese desgraciado… —susurró Hannah con rabia e indignación—No puedo creerlo...¿Así que todo este tiempo fingió estar enamorado de ti mientras preparaba su compromiso con otra mujer?

Kristin apretó los labios, temblando —Dijo que me amaba… —su voz se rompió— Me miraba como si fuera lo más importante de su mundo… ¿Cómo pudo desaparecer así? ¿Cómo pudo besarme, abrazarme, prometerme un futuro… y luego…? —Las lágrimas corrieron sin control.— ¡¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué?! —gritó enfurecida, se sentía traicionada, fue cruelmente engañada por el hombre que amaba.

Hannah la abrazó fuerte y dijo —Noah… o Henry… quien sea, es un cobarde—dijo con voz firme— Pero tú no estás sola, Kristin, tu abuela y yo estamos aquí para ti.

Kristin, con los ojos llenos de furia y dolor, observo fijamente la imagen de Henry en la televisión, aún no podía creerlo. Aquel rostro que ahora sonreía frente a las cámaras, orgulloso de su compromiso con otra mujer, era el mismo que ella había amado con todo su corazón que ahora esta hecho añicos, palpitaba con una mezcla de rabia y arrepentimiento.

—¿Cómo pude ser tan ingenua…? —susurró con la voz rota, sintiendo cómo la traición le quemaba el pecho.

El recuerdo la arrastró sin piedad hacia el día en que lo vio por primera vez.

Kristin vivía en Monreal, un pueblo hermoso y pacífico en la región volcánica de la Eifel, Alemania.

Un día de primavera, tan luminoso y cálido que parecía imposible que escondiera un destino tan cruel.

La mañana había empezado como cualquier otro, Kristin se duchó, eligió un vestido morado que resaltaba sus ojos y bajó al primer piso, donde estaba el pequeño restaurante de su abuela, con cariño se ató el delantal blanco y abrió las puertas para recibir a los primeros clientes.

No imaginó que ese día todo cambiaría.

La campanilla sonó, y un hombre muy atractivo entró, tenía un aire misterioso, elegante y reservado… una mezcla extraña para alguien que visitaba un pueblo pequeño. Su mirada se cruzó con la de Kristin, y por un instante a ella se le detuvo la respiración, era la primera vez que sentía ese extraño sentimiento dentro de ella.

—Buenos días —dijo él con una voz cálida—¿Es este el famoso restaurante del pueblo?

Kristin parpadeó, sorprendida —¿Famoso?… gracias pero solo es un restaurante pequeño—respondió con una sonrisa tímida.

El hombre sonrió, brillantemente, una sonrisa que más tarde aprendería a reconocer: suave, encantadora… ¿peligros?

—Soy Noah —dijo extendiéndole la mano.

Ella la estrechó nerviosa —Kristin un gusto.

La vida pacifica de Kristin desde ese dia se volvio inesperada, Noah regresó una y otra vez, siempre elogiando la comida de Kristin, al principio como cliente; luego, como alguien que buscaba excusas para verla.

—Tus platillos son maravillosos, no puedo dejar de comerlos —decía él, exagerando para hacerla reír.

—No creo que sean para tanto —respondía ella ruborizada.

—Créeme, viajaría un océano entero solo para probarlas.

Las risas eran constantes, y el cariño creció como algo inevitable.

Un día de primavera, mientras caminaban por el sendero que rodeaba el lago, Noah se detuvo frente a ella.

—Kristin… —sus ojos brillaban— No sé cómo explicarlo, pero… me haces querer quedarme aquí para siempre, contigo... te amo Kristin.

Kristin no pudo hablar, noah tan calido como el sol, la miro con profundo anhelo y amor, sintió su corazón apretándose de felicidad —Yo también… —susurró al fin.

Desde entonces, el lago se convirtió en su refugio un lugar especial, Noah vivía en una pequeña y hermosa casa frente al lago. Allí la invitaba a cenar, a ver el atardecer, a hablar de sueños que ahora parecen una cruel ilusión.

La abuela de Kristin estaba feliz por ella. Verla reír, verla ilusionada, creía que por fin la vida le estaba devolviendo algo bueno. Después de todo, Kristin había sido abandonada a los cinco años con una simple nota:

“Lo siento, pero no estamos listos para esto.”

Su abuela la tomó de la mano ese día y nunca la soltó.

Por eso, verla ahora tan bien acompañada, la llenaba de paz.

Pero el destino tenía otros planes para Kristin, probablemente difícil.

Kristin vio a Noah a lo lejos, de pie junto al lago donde siempre se encontraban, sonrió ampliamente y corrio hacia él.

—¡Noah! —exclamó.

Él la recibió con un abrazo, pero había algo extraño… su cuerpo estaba rígido.

—Kristin… —dijo él, apartándose apenas— ¿Podemos vernos esta noche en el lago? Necesito contarte algo muy importante.

Había una seriedad en su voz que ella nunca había escuchado, un tono tan firme, tan frío, que la dejo muy preocupada y nerviosa.

—Claro… pero ¿estás bien?, Estás muy extraño hoy, ¿Paso algo?

—Solo ven, por favor, te lo explicaré toda esta noche

Ella asintió y Noah la abrazo.

Pero aquella noche, Noah, nunca llegó.

Kristin ansiosa esperó horas sentada frente al lago, mirando el reflejo de la luna sobre el agua, preguntándose qué estaba pasando.

El teléfono nunca sonó, Noah desapareció.

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