Mundo ficciónIniciar sesiónSinopsis: Vicky Falcone luego de tanto que ha pasado en este último tiempo está decidida a disfrutar de unas merecidas vacaciones junto a su pequeña hija Tory, así que se dirige a un paraíso en Cancún. Pero lo último que espera es reencontrarse allí con Peter, el único hombre que logró hacerla sentir mariposas en el estómago después de que el padre de su hija la abandonara a su suerte. Peter, por su parte, está al borde del abismo. Su matrimonio se ha deteriorado más aún tras la pérdida de otro embarazo de Lizzie, y este viaje a Cancún es su último intento de salvar lo que queda de su relación. Sin embargo, todo empeorará cuando se cruce con Vicky, la hija de Patrick Falcone, con quien tuvo una breve pero intensa aventura en un pasado cercano. Peter finalmente se dará cuenta de que no puede seguir manteniendo la farsa de su matrimonio, aunque su esposa lo amenace con dejarlo en la ruina. Pero Vicky no está segura de querer reavivar las "llamas del amor" con él, aunque todo cambiará cuando una figura del pasado reaparezca y poniendo en vilo cualquier posibilidad de ser "felices por siempre" juntos. ESTE LIBRO PERTENECE A LA SAGA FALCONE PERO SE PUEDE LEER DE FORMA INDEPENDIENTE. PUEDE TENER CROSSOVERS CON PERSONAJES DE OTRAS SAGAS E HISTORIAS DE NUESTRA AUTORÍA.
Leer másEl verano por fin había llegado y con él los árboles verdes y las flores en su apogeo recibían a todo el mundo en la Escuela de Enfermería Connell. El día pintaba para una gran celebración y para el orgullo de padres y familiares que se encontraban en los alrededores del lugar.
Vicky caminaba por los pasillos de la facultad de enfermería de la mano de su pequeña Tory. La toga y el birrete eran el símbolo de haber logrado uno de sus más ansiados anhelos. Por fin su sueño se hizo realidad y hoy era el gran día.
En el auditorio, se encontraban sus compañeros y amigos, junto a sus familias. Y, en el caso de Vicky Falcone la realidad era que su gran familión estaba casi completamente presente.
Un orgulloso Patrick peleaba con sus pequeños trillizos, mientras Morgana su madrastra y Brenda, su hermanastra, conversaban con la Matriarca de los Falcone, Linda. M****a, cómo extrañaba a su madre…
Pero bueno también estaba su abuelo Mike, sus tíos Michael, Tony y hasta el Robocop de Johnny, junto a su Barbie. Su querido tío Jamie y Sisy también estaban presentes, Braxton y una de las mujeres que más apreciaba, su tía Tammy. Todos ellos la hacian sentir contenida y extrañar un poco menos a su mamá que había muerto un par de años atrás. Frank, el marido de su hermanastra (era la hija de la difunta pareja de su mamá) estaba sacando fotos.
—Abuelito— gritó la pequeña Tory al ver a Patrick y al duende pelirrojo (como le decían al atractivo pelirrojo con más pinta de leñador que de abogado que había conocido a su hija ya adulta) se le llenaron los ojos de lágrimas al ver a su pequeña, que ya no era para nada pequeña vestida para su graduación.
—Mi princesa valiente — le dijo y la tomó en brazos, luego recordó que fue lo primero que se le ocurrió cuando la vio esa vez que pensó que Tory era su hija, de él y Morgana de una aventura que habían tenido antes de reencontrarse y al final era Vicky, su verdadera hija —. Felicidades, lo lograste hija —susurró y le dió un beso en la frente a Vicky.
—Papá…
Ambos se fundieron en un gran abrazo. Vicky se sentía plena y feliz. No solo por haber encontrado a su verdadero padre y su familia, sino porque gracias a ser una Falcone muchas cosas habían cambiado en su vida.
—Estoy tan orgulloso de la gran mujer en que te has convertido. Tú madre estaría orgullosa —Vicky había sido producto de una aventura de Pat y Mary hace más de dos décadas atrás y nunca supo de su existencia hasta llegar a Salem pues Mary pensó que ella era hija de su novio de entonces y no de Patrick con el que había tenido un muy breve amorío.
—Todos lo estamos — Mike, su abuelo y padre de Pat, se acercó a ellos y abrazó a su nieta —. Eres la mejor enfermera del mundo, ahora me puedo enfermar tranquilo.
—Abuelo, no digas eso, eres un roble fuerte texano y no quiero tener que pelear con la abuela Linda por cuidarte.
Las mujeres rieron y los hombres aguantaron las carcajadas por el respeto y un poquito de miedo a su madre, mientras Linda alzaba una de sus cejas para hacer notar su presencia.
—Solo a Vicky se lo permitiría cariño, nadie más puede tocar lo que es mío.
—Por su puesto mi vida, eso no está en discusión — dijo el atractivo sexagenario que estaba cercano a cumplir sus siete décadas y aún era un hombre atractivo con ese cabello blanco y la piel bronceada por el sol de Texas.
—Será mejor que te vayas a preparar, hija — le habló orgulloso su padre, pues sabía que al ser la mejor de su clase era quién daba el discurso de despedida.
—¿Te encargas de Tory?
—Ve tranquila.
El discurso de Vicky, fue de agradecimiento a todos aquellos que formaban parte de su vida, recordó sus primeros pasos en las aulas de la escuela y que como todos, sintió miedo a lo desconocido al inicio. Era la mayor de su promoción, pero se había ganado el respeto de todos los presentes en esos cuatro largos años que fue una alumna más. Bromeó porque su primer paciente había sido su tío el mariscal de campo de los Cowboys de Dallas y de cómo lo dejó como colador porque no podía encontrar su vena. Agradeció a sus maestros y su inconmensurable capacidad de enseñar y a sus compañeros por las veces que su hijita les hizo pasar más de un susto.
—Por todas estas razones, Felicidades generación, lo logramos.
Dijo con una lágrima loca que escurría por su mejilla y todos la aplaudieron felices, lanzando sus birretes al aire como señal de misión cumplida.
Los abrazos, fotografías y promesas de reencontrarse no se hicieron esperar. Vicky terminaría su internado y daría la prueba para certificarse en unos meses más. Tenía su plan hecho y bien ordenado, pues a ella le encantaba seguir todo como un plan.
—Vicky…
Gritó James, mientras trataba de alcanzarla antes de que se fuera con su familia. Llevaba un ramo de flores en sus manos y su sonrisa perfecta en los labios. Ella se dio la media vuelta y con una sonrisa queda le hizo un asentimiento.
—Denme unos minutos —pidió al soltar el brazo de su padre y caminar hacia aquel hombre que había sido alguien importante este último tiempo en la facultad… y en su vida.
—¿Quién es ese? —preguntó Patrick con el ceño fruncido, su tono cargado de sospecha.
Michael fue el que respondió, divertido.
—Solo un amigo, hermano. No te preocupes que Tory será tu única nieta por un buen tiempo.
—No creo que solo sea un amigo, Michael. Mira cómo el idiota la mira, se le está cayendo la baba.
—Mi nieta es una chica muy hermosa, hijo. Que un hombre se fije en ella no está mal —aportó Mike con su tono sereno y voz de patriarca, como si eso bastara para calmar a Patrick.
—¡Papá! —protestó Patrick, cruzado de brazos como un niño al que le quitan un dulce.
Mientras Patrick lidiaba con sus celos de padre y los demás se reían de él, Vicky se acercó a James.
James Shaw era uno de los profesores. Enseñaba Anatomía en la universidad. Médico de profesión, pero apasionado por la docencia, había encontrado en la universidad un espacio para volcar su vocación y... también para conocer a Vicky Falcone.
Ella fue su alumna hace dos años. Desde el primer momento, esa cabellera roja y esos ojos como cuchillas de hielo lo cautivaron. Y aunque él era respetuoso de los límites, no pudo evitar involucrarse. Había algo en ella que lo sacaba de eje y al mismo tiempo le daba paz.
Nunca fueron más allá de algunos besos y abrazos medidos. Vicky fue clara desde el inicio: su prioridad era su hija y su carrera. James, a pesar de sus sentimientos, aceptó su lugar.
—No podías irte sin despedirte de mí —le dijo con una media sonrisa. En su voz había una mezcla de broma, reproche y esperanza.
—Lo siento, es que todo fue tan emocionante que me dejé llevar por la algarabía del momento —respondió ella, con esa dulzura que lo desarmaba. Bajó un poco la cabeza, algo apenada.
Él le entregó el ramo.
—No son tan bonitos como tú, pero espero que te gusten.
—Son preciosos. Gracias, James.
—Te voy a extrañar, Vicky. —Su voz sonó más grave, más honesta—. Me acostumbré a verte todos los días, a tus notas adhesivas en mis libros, a tu risa en los pasillos.
Ella lo miró, con ternura. Era un buen hombre. Serio, dedicado. Había sido un apoyo silencioso cuando todo parecía desmoronarse en su vida. Y aunque nunca le prometió nada, él siempre estuvo ahí.
—Yo también voy a extrañarte, pero sabes que esto es lo que siempre quise. Volver a casa. Empezar a ejercer. Estar con mi familia, con Tory.
—¿Y no hay una mínima posibilidad de que me extrañes un poco más que al resto?
Vicky sonrió, como si hubiera esperado esa pregunta desde hacía meses.
—James… Sabías desde el principio cómo eran las cosas. Fuiste importante para mí. Muy. Pero no puedo darte lo que esperás. Lo siento.
Él asintió con un gesto casi imperceptible, pero los ojos se le llenaron de una tristeza honesta.
—Lo sé. Y está bien. Solo quería escucharlo una vez más. Por si acaso.
—No me gusta herirte —susurró ella.
—No hieres…te extrañaré mucho.
—Yo también, extrañaré tus clases.
Ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla y e devolvió el ramo. Luego se alejó, sin mirar atrás.
James se quedó allí, en el centro del hall, con el ramo en las manos vacías y los ojos siguiendo esa silueta pelirroja que se alejaba para siempre de su vida.
Mientras tanto, Patrick mascullaba por lo bajo:
—No me gustó ni un poco cómo la miraba ese tipo.
Y Mike, riendo a carcajadas, le daba un codazo en las costillas:
—Relajate, hijo. Por como hablaron estoy seguro de que solo fue un buen amigo.
La familia se subió a las camionetas blindadas, cortesía de Mike Falcone y su empresa de seguridad y, cómo era de esperarse, la celebración se realizó en uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad.
Brindaron con Champagne por la recién graduada y disfrutaron de una grata cena hasta altas horas de la noche. Entre brindis y parabienes Vicky se sentía plena y feliz. Recordó ese día en que su abuela Linda le dió la bienvenida a nombre de los Falcone y como todo había encajado desde ese momento, para ella era como uno de esos finales felices para siempre y disfrutó de todos los obsequios que recibió como si se tratase de una navidad anticipada.
—Con tu abuelo creemos que esto te hará bien a tí y a nuestra pequeña Tory y no aceptamos un no como respuesta — dijo solemne Linda, entregándole un sobre que Vicky abrió de inmediato. Sus ojos se expandieron como platos al ver la tremenda sorpresa que le estaban dando sus abuelos.
—¡Oh, mi dios! Esto… Esto es increíble.
—¿Qué le regalaron, mamá?
—Unas mini vacaciones en Cancún, ¡Con todo incluído!
Exclamaba Linda, aplaudiendo la gran idea que tuvieron con su esposo, mientras en la cara de algunas nacía una idea diabólica y en la de su padre la frustración.
Michael, el ex marine, se acercó y revisó el sobre con él ceño fruncido.
—¿Es seguro este lugar no?
—Por favor querido, es el Hilton…Ya reservamos una suite especial, irán en un vuelo privado y si quieres podemos mandarte con una de las niñeras…
—Oh no creo que sea necesario, esto...Ya es mucho…
Su abuelo la tomó de los brazos y los ojos le brillaban.
—Eres la mayor de mis nietos y debemos compensarte tanto…Nada es demasiado para nuestra pequeña…
—Si quieres yo puedo ir como niñera —ofreció Brenda –. Aunque deberé estar alejada de la barra de tragos —agregó risueña y todos rieron pues era alcohólica en recuperación.
—¿Y me dejarías solo con “la criatura”? —dijo Frank, mientras su hijo le escupía por décima vez la comida.
—Es tentador realmente…
—Si tú no puedes ir, iré yo —dijo su tía Tammy sonriente y ella no pudo evitar reír.
—Ok lo entiendo todas quieren dejar a sus maridos y venir conmigo…Y les agradezco pero nunca he podido ir de vacaciones fuera del país con Tory y creo que está bien si vamos solas.
—Pero monitoreada —aclaró Michael alzando una ceja y su madre Linda suspiró con fastidio.
—Por Dios hijo, no va a la guerra, ¡va al Hilton!
El “sí, acepto” se escuchó fuerte y claro. Los vítores y los silbidos no se hicieron esperar, y los pequeños pasos de quien ahora era su hija se dirigieron directamente hacia Peter.—¡Papito! —gritó Tory, lanzándose a los brazos de su padre antes de que pudiera cumplir con el clásico “puede besar a la novia”.A ninguno de los dos les importó. Había tiempo de sobra para besarse con calma, para seguir amándose sin necesidad de testigos. Peter alzó a la pequeña y, junto a su esposa, protagonizó un momento que robó los suspiros de todos los invitados. Abrazados a Tory, besaron sus mejillas con ese amor sereno que los unía desde el instante en que comprendieron que no podían vivir el uno sin el otro.La celebración estuvo llena de besos, risas, abrazos y algunos jalones de orejas para Peter, que ya se había acostumbrado a la forma tan peculiar de ser parte de esa familia.—Ahora sí, bienvenido, muchacho —dijo Mike, dándole una palmada en la espalda que casi le quitó el aire.Patrick soltó
La noche había caído sobre el rancho Falcone, tiñendo de tonos dorados y lilas el horizonte de Texas. El aire olía a pasto húmedo y a leña encendida, y el murmullo de los grillos se mezclaba con las risas que aún resonaban desde la casa. Vicky se había escapado un rato del bullicio, buscando un poco de calma bajo el cielo estrellado. Peter la encontró allí, envuelta en una manta, mirando hacia el campo iluminado por la luna.—¿Puedo acompañarte? —preguntó con una sonrisa suave.Ella asintió, y él se sentó a su lado, pasando un brazo por sus hombros. Por un momento no dijeron nada. Solo escucharon el viento moviendo los árboles y el crujido de las ramas en la distancia.Peter apoyó la frente contra la de ella y murmuró con esa sinceridad que ya no necesitaba esconder:—Por fin siento que estoy donde siempre quise estar.Vicky lo miró con ternura. Su pecho se llenó de esa calidez que solo él lograba provocarle.—¿Aquí, en Texas? —bromeó.Él soltó una risa baja.—No, aquí… contigo, con T
Dos días después, la familia Falcone aterrizó en el aeropuerto de Texas a bordo de su jet privado, rodeada de un operativo de seguridad extremo. Michael se había encargado personalmente de cada detalle a la salida de Boston. Con su equipo coordinado y en comunicación constante, había diseñado un plan meticuloso para garantizar que ningún intruso se acercara a los suyos.Sin embargo, al descender del avión, frunció el ceño al ver la cantidad de cámaras, micrófonos y rostros curiosos esperándolos tras las vallas. —Malditos periodistas —masculló entre dientes, mientras su padre ayudaba con elegancia a su esposa a bajar las escaleras del avión.Peter, por su parte, sonreía satisfecho, completamente ajeno al caos. Su reconciliación con su sirena lo tenía más feliz que un perro con dos colas. Había aceptado encantado la idea de viajar a Texas, convencido de que ese cambio de aire lo sacaría del ojo del huracán mediático y de los malentendidos provocados por su exesposa, esa loca histérica
El sonido de los cubiertos chocando contra los platos llenaba la casa de Pat Falcone y Morgana. El aroma de pasta casera se mezclaba con el murmullo tenue de la televisión encendida en el fondo. Tory reía con la boca llena mientras su abuelo Mike le contaba una historia sobre cuando su papá era un desastre con la bicicleta.Vicky sonreía, pero su sonrisa era un hilo tenso, una línea apenas sostenida por el esfuerzo. Desde el escándalo en el aeropuerto, no había vuelto a saber de Peter. Había llorado toda esa tarde, y aunque Pat había intentado distraerla con chistes y café, nada podía borrar la imagen de Lizzie abrazándolo frente a todos.El timbre sonó de repente. Un sonido seco, insistente, que hizo que todos se miraran entre sí.Pat se levantó despacio, con el ceño fruncido. —Yo atiendo.Vicky no le dio importancia. Pensó que tal vez era algún vecino, o un mensajero. Pero cuando escuchó el portazo y luego un golpe seco, fuerte, seco como una piedra contra un pecho, su corazón se de
Vicky y Tory llegaron a la casa de su padre, cansadas y emocionalmente agotadas. Vicky había estado llorando durante todo el viaje, intentando contener las lágrimas frente a su hija, pero no había podido evitar que se le escaparan algunas. Tory, por su parte, estaba callada y seria, con los ojos hinchados de tanto llorar.Al entrar en la casa, Vicky se sintió abrumada por la calidez y el amor de su madrastra, Morgana y sus hermanitos, pero lo que más le sorprendió fue ver a su abuela, Linda Falcone.—Oh, mi vida, por fin ya están en casa sanas y a salvo. Su abuela, Linda, se apresuró a abrazarla.—Mi pobre niña —dijo Linda, acariciando el cabello de Vicky—. ¿Qué pasó? Entiendo lo del secuestro y todo eso, pero esto es otra cosa ¿Fue por lo que pasó en el aeropuerto? ¿Ese maldito desgraciado te dejó así?Linda y Morgana lo habían visto en televisión nacional, era la comidilla de todos los diarios amarillistas y de prensa farandulera.Los titulares más amistosos decían que Peter, como
El vuelo de regreso en el avión privado transcurrió con una tensión que se apoyaba en el silencio más que en las palabras. Las luces tenues dejaban a la cabina en una penumbra cálida; Tory, agotada por las emociones, dormía apoyada contra Vicky, cuyo rostro mostraba una calma frágil. Peter miraba por la ventanilla el negro almibarado de la noche y trataba de ordenar los pensamientos que no dejaban de chocar entre sí: el rescate, Rodrigo, las palabras de Mike y Pat, y la promesa que había hecho.Michael se sentó frente a ellos, con el maletín abierto y la cabeza llena de números y posibilidades legales y letales. Mike dormía con los párpados entreabiertos, como siempre vigilante aunque pasara por letárgico. Patrick, sin embargo, no había probado bocado; su energía era un cable tenso que no encontraba desconexión. En un momento en que la mayoría dormitaba a medias, Patrick se levantó con sigilo y se dirigió al pequeño baño en el fondo de la cabina.Cuando Peter se levantó para seguirlo,
Último capítulo