Kira lo mira en silencio, con el corazón latiéndole con fuerza. Él la tenía atrapada, sí, pero no completamente. No aún. Y si quisiera desenmascararlo, tendría que ganarse su alma… o al menos, su debilidad.
Así que lo besó.
Primero suave, luego con la firmeza de quien ya no duda. Las manos de Satoru la rodearon con hambre, su cuerpo respondiendo de inmediato a esa cercanía. Kira se deslizó, descendiendo por él, y cuando sus labios lo tocaron, un jadeo bajo le arrancó la respiración.
Nadie los interrumpió.
Nadie se atrevía, no cuando los sonidos del placer escapaban de los labios de Satoru. Nadie se atrevía a entrar al despacho mientras él gemía su nombre con una vulnerabilidad que probablemente jamás volvería a mostrar.
Y entonces, cuando todo acabó y él aún respiraba agitado, acariciándole el cabello, murmuró:
—Pide lo que quieras.
Kira alzó la mirada, decidida.
—Mi familia. Quiero volver a verlos. Ellos deben pensar que estoy muerta o perdida. Además estoy en exámenes finales, si fa