—No me tientes...ya no puedo resistirme más.
Konstantin la besó despacio, como si cada beso en sus labios pudiera borrar todo. Sus dedos se deslizaron por la espalda de Kira con una dulzura reverente, hasta que la giró suavemente, dejando que su cuerpo descansara contra las sábanas. Su mirada recorría cada centímetro de ella con devoción, como si intentara memorizarla antes de hacerla suya.
Sus labios bajaron por su cuello, su clavícula, su pecho. Ella jadeó, con las manos temblorosas acariciando su cabello, su espalda. Pero cuando él se detuvo, alzando la cabeza con la respiración agitada, supo lo que iba a decirle.
—No puedo… —murmura él, con la voz quebrada—. No puedo tomar esto de ti sabiendo que luego tendrás que...además quería casarme primero.
—¡No tenemos otra opción! —lo detuvo ella, incorporándose de golpe, con sus mejillas sonrrojadas—. No me contradigas. No me arrebates tú lo único que quiero darte por voluntad. No quiero que él tenga esto. No quiero que nadie más me toque