La mansión bullía de voces, risas y el tintinear de copas. Kira entró al comedor tomada del brazo de Konstantin, con una sonrisa tranquila que no se le había visto en meses. Llevaba un vestido sencillo pero precioso, y aunque aún estaba algo pálida, tenía un brillo en los ojos que todos notaron de inmediato.
—¡¿Pero esta es mi hija o un modelo de revista?! —exclama su madre, Ximena, levantándose con exageración.
—Déjala, mamá —rie Lorenzo—. Por fin se le ve feliz. No la asustes.
—¡Feliz y hambrienta! —dijo Kira sin vergüenza, robando panecillos del centro de mesa—. Estoy embarazada y estuve ocupada todo el día. Necesito recargar energías.
Konstantin se atragantó con el agua mientras bajaba la mirada con una risita contenida. Ximena levantó una ceja, sospechando, pero decidió ignorar el comentario.
—Bueno, Kira —suspira, sirviéndole sopa—, estaba pensando que quizás deberíamos contratar a una sirvienta. La mansión es enorme y con el bebé en camino...
—Estoy de acuerdo contigo mamá.
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