El restaurante elegido por Konstantin para la cena estaba en el último piso de un lujoso rascacielos de Moscú.
Paredes de cristal ofrecían una vista panorámica de la ciudad, con luces titilando como joyas bajo la noche.
El lugar tenía música suave en vivo, y una atmósfera íntima, pensada para sellar pactos, alianzas… o enredos.
Konstantin ya estaba sentado en la mesa privada, vestido con un traje azul oscuro perfectamente entallado. Llevaba el cabello peinado hacia atrás, con ese aire frío de aristócrata ruso que nunca mostraba demasiado.
Pero por dentro… estaba expectante.
No por la comida.
No por la vista.
Sino por ella.
—Veamos qué tanto se resiste esta vez —murmura, sirviéndose una copa de vino tinto.
A las 8:15 pm en punto, las puertas del ascensor se abrieron en el piso principal del restaurante.
Kira entra como si cada paso encendiera la alfombra bajo sus tacones. Vestía un vestido rojo con diamantes y criatales, ceñido a su figura como un guante perfecto. La abertura alta en l