"PASÉ UNA NOCHE CON EL JEFE DE MI NOVIO Y TERMINÉ SIENDO SU ESPOSA". Hannah tiene una relación conflictiva con su novio de toda la vida y cuando Adam Baker, el jefe de su novio, le propone una noche juntos, él la entrega sin dudarlo, llevando a que Hannah de la noche a la mañana se convierta en la esposa de un multimillonario.
Leer másEsa era una noche importante. La más importante de nuestras vidas.
Me observé al espejo una ultima vez para afinar detalles; verifiqué que mi plateado vestido de noche no tuviera arrugas y que el escote profundo no se moviera de su sitio; me aseguré que las pulserás en mis manos lucieran bien; me retoqué el maquillaje y las gramurosas sombras sensuales alrededor de mis verdes ojos.
Por ultimo, pinté mis labios de un precioso rojo carmin y me calcé unas zapatillas altas. Mi apariencia era excelente.
—Te ves increíble, Hannah —me susurró mi novio, abrazandome desde atrás y besandome en el hombro—. Esta será nuestra noche, estoy seguro. Hoy lograré un ascenso y al fin tú y yo nos casaremos.
Le sonreí levemente desde el espejo. Aunque lo apoyaba y lo quería, ya no creía en él. Llevabamos como novios desde los 16 años y durante los ultimos 5 años, nos habiamos ido a vivir juntos, pero el matrimonio nunca llegaba. Ahora ambos teniamos 24 años y viviamos como pareja, pero él no era mi marido ni yo su esposa.
—Esta noche, durante la cena de navidad, le haré una excelente propuesta laboral a mi jefe y él no se negará. Me ascenderá pronto y entonces planearemos la boda, Hannah, te lo juro.
¿Sería verdad? Lo quería y quería casarme con él, lo ansiaba más que nada, pero una propuesta matrimonial parecía cada vez más lejana. Aún así, lo apoyaba.
—Sean, sé que así será —le dije con ánimo, volviendome y dándole un corto beso en la boca—. Sé que lograras un mejor puesto y yo estaré contigo.
Me sonrió y me pasó cariñosamente los dedos por el negro cabello, que caía hasta mi cintura en una brillante cascada lacía.
—Me alegra saber que tengo tu apoyo, Hannah. Significa mucho para mí.
Lo besé de nuevo antes de dejar el apartamento e ir directo al restaurante donde esa noche su empresa ofrecería una cena de navidad para sus empleados, y donde el dueño y jefe estaría presente. Esa noche lo conocería, cuando mi novio le mostrará la propuesta que llevaba meses elaborando y que era su pase para un mejor puesto. Y el pase para casarme como siempre había soñado.
Al llegar al restaurante, entregamos nuestros abrigos y nos hicieron pasar a un lujoso salón con candelabros de cristal en el techo, lleno de empleados celebrando y con un ambiente cargado de musica y conversaciones alegres. Un mesero nos guió a una mesa, donde saludé a los compañeros de mi novio y la noche comenzó con una agradable cena, seguida por brindis y tragos.
—¿Esperas que el jefe te ascienda esta noche, Sean? —preguntarón sus amigos entre bebidas, riendose—. ¡Qué dificil! Ni siquiera te conoce y ya esperas hablar con él, ¡es una locura!
Mi novio llenó su vaso mientras reía y negaba.
—Ese egolatrá me tendrá que oir, llevó trabajando para él 4 malditos años, ¡merezco un ascenso!
Traté de frenarlo cuando quiso volver a llenar su vaso.
—Sean, basta, te embriagaras —le pedí quitándole la bebida.
Él me puso mala cara, como siempre que bebía de más. Pero antes de poder reprocharme nada, uno de sus amigos intervino.
—Ella tiene razón, Sean, ya no bebas. Tienes suerte de tener a una chica como Hannah contigo, no lo eches a perder —al decirlo, me lanzó una mirada sugerente que me incomodó.
A medianoche, cuando Sean ya se encontraba medio ebrio, al fin apareció su jefe. Lo vi pasar por el otro extremo del salón, rodeado por un grupo de hombres, hasta ocupar una mesa al frente del lugar.
Una horda de aplausos los recibieron cuando él saludó a sus empleados.
Me quedé sin habla al verlo; era más joven de lo que había imaginado en un Ceo, alrededor de los 30 años, completamente atractivo de pies a cabeza, de hombros anchos, complexión fuerte y con una estatura superior al promedio. Pero su expresión parecía demandante, la de un hombre analitico y facilmente irritable. Su mandibula se mantenía rigida mientras recorría el salón con unos afilados ojos oscuros.
Antes de que pudiera encontrarme directo con esa mirada tan penetrante, Sean se puso en pie y tiró de mí.
—¿Qué haces? —le pregunté, viendolo tambalearse.
—Es hora, nos presentaremos y hablaré con él —se limpió la boca y se arregló la corbata.
Negué varias veces, nerviosa.
—¡No puedes! Estas ebrio, Sean. Te meteras en problemas...
No me dejó hablar, me hizo levantarme y me llevó con él hasta el frente del salón. Nos paramos frente a la mesa de su jefe, donde había altos ejecutivos y personas importantes. Quisé desaparecer cuando Sean lo saludó torpemente, ofreciedole una mano.
—Señor, me llamo Sean Kale, soy parte del equipo de contaduría.
Su jefe lo repasó sin pizca de gracia, dandose cuenta de su ebriedad. Torció el gesto y apretó los labios con enfado. Entonces se fijo en mí, avergonzada al lado de mi novio.
—¿Usted es su esposa? —dijo con una sorpresiva voz profunda y gruesa al cabo de unos segundos, levantandose para saludarnos.
—Es mi novia, Hannah Clair —le respondió Sean, estrechando con emoción la mano de su jefe.
Él asintió, observandome.
—Un placer, Hannah. Soy Adam Baker, jefe de su novio y Ceo de esta empresa —me saludó con amable cordialidad, pero con una inquisitiva mirada invasiva que me transpasó.
La intensidad de esos ojos, de un claro color marron, me hicieron ponerme roja y sentirme tan cohibida como nunca en mi vida.
—Un gusto y lamento todo esto, mi novio... —intenté disculparme, pero él negó con una leve sonrisa, demasiado perfecta.
—No importa, señorita. Es un hombre con suerte, tiene una novia es muy hermosa, felicidades, señor Kale—dijo volviendose hacía Sean con un inesperado gesto cordial.
Entonces y para mi desconcierto, accedió a escuchar la propuesta de Sean en privado y a solas. Los tres dejamos el salón de la fiesta y los empleados del restaurante nos guiarón hasta un bar vacío.
—Que nadie nos interrumpa mientras negociamos —dijo el jefe de mi novio y los empleados asegurarón la puerta al retirarse.
Cuando estuvimos los 3 a solas, él se subió las mangas de la camisa hasta los codos y amablemente nos sirvió un trago. Yo no acepté, pero Sean sí.
—¿Usted no bebe, señorita Hannah? —me preguntó con verdadera curiosidad, mientras mi novio tomaba su trago de golpe y se dejaba caer a 2 sillas de mí.
Desconfiada, negué.
—No me gusta perder la cabeza....
—Contrario a su novio —dijo él y me ofreció una leve sonrisa irónica mientras sacaba un puro y lo encendía, sentándose justo a mi lado.
Era más apuesto de cerca y cuando sonreía era cegador, como ver a un dios, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos. Algo en él me alteraba, sentía que acceder a escuchar la propuesta de Sean, ocultaba algún otro motivo.
—¿Lleva mucho tiempo saliendo con su novio? —me preguntó, mientras Sean cabeceaba sobre la barra, cada vez más ebrio.
Por primera vez en toda mi vida, me sentí avergonzada de mi relación, y de él.
—Llevamos 8 años juntos, señor, desde los 16.
Él alzó una ceja y con descaró dejó salir una risita incrédula en mi cara.
—¿Y no se han casado en todo ese tiempo? —sonó esceptico, pero tambien burlón—. Perdoneme, pero es increíble de creer, Hannah. Es usted demasiado atractiva para ser una mujer libre.
Miré sus brazos fuertes tensarse cuando se llevó el puro a los labios y aspiró. Tragué fuerte, nerviosa de pronto.
—¿Y qué hay de usted, existe la señora Baker? —le pregunté con aparente calma, dispuesta a ignorar la obvia atracción que corría entre los dos—. ¿Es casado o un hombre que huye del compromiso?
Él dejó salir el humo de su puro una vez, mirándome con ojos divertidos e impresionados.
—No existe la señora Baker, Hannah, pero pronto existirá —su respuesta fue lenta, calculada y misteriosa—. Me casaré, lo he decidido esta noche.
Fruncí las cejas, pero antes de poder preguntarle nada, Sean se irguió y tambaleandose, vino a mi lado.
—Cuando Hannah y yo nos casemos, lo invitaremos a nuestra boda, señor Baker —arrastró las palabras, mientras me abrazaba por detrás.
Ese acto suyo cambió po completo la mirada de su jefe, paso de la comodidad al desagrado total, casi al enfado.
—Bien, ¿qué propuesta tiene para mí? —inquirió agriamente, dirigiendose a mi novio y apagando su puro en un cenicero.
Sean trato de recuperar los sentidos y en una conversación torpe le explicó su propuesta de negocios, pero su jefe no se vio realmente interesado, más bien su mente parecía no prestar atención y cuando Sean terminó de hablar, su jefe se levantó sin entusiasmo.
—Suena prometedor, pero no puedo confiar en usted. Su actitud de esta noche deja mucho que desear, señor Kale.
Más sobrio que nunca, Sean se puso en pie y volvió a repetirle su propuesta, pero su jefe lo detuvo con un simple gesto de mano.
—Lo siento —le repitió.
Sentí la desesperación de mi novio cuando se disculpó por su ebriedad y le rogó a su jefe otra oportunidad para plantearle su propuesta en otro momento.
—Por favor —pedí también y tomé la mano de mi novio, atrayendo una mirada cargada de intriga por parte del Ceo.
Lo meditó unos instantes, mirando a Sean con intriga, hasta que finalmente cruzó sus fuertes brazos sobre el pecho. Había tomado una desición.
—Accederé a escuchar su propuesta de nuevo, pero no será gratis, señor Laker.
Sean sonrió, nervioso.
—¿Qué busca con su propuesta? ¿Un ascenso laboral?
El rostro de Sean se llenó de seguridad y dio un decisivo paso adelante.
—Así es, señor Baker, y sí usted puede darmelo, yo haré lo que usted pida. Lo que quiera.
Su jefe alzó una ceja esceptica.
—¿Sí prometo que mañana usted tendrá un mejor puesto en mi empresa, accederá a cualquier cosa que yo desee? —le preguntó, impresionado y calculador—. ¿Está seguro de lo que significan sus palabras, Sean?
—Si, señor. Estoy seguro.
La respuesta segura de mi novio, le arrancó un detello de astucia a los ojos de su jefe, cómo sí estuviese a punto de hacer un gran negocio.
—Bien, si busca un ascenso, se lo daré ahora. A partir de esta noche, usted tendrá un mejor puesto y claro, un mejor salario.
La mirada de Sean se iluminó y yo tuve un mal presentimiento. ¿Qué era todo eso? ¿Le daba a Sean un puesto mejor a cambio de algo? ¿Qué podría querer un hombre millonario como ese?
—¡Gracias, gracias, señor....! —comenzó Sean, pero su jefe levantó una mano y lo frenó en seco.
Y levantando la mirada con gesto triunfal, curvó ligeramente los labios y lanzó la propuesta más escandalosa que creí jamas oir:
—Lo ascenderé de puesto, a cambio de su novia, señor Kale —dijo sin miramientos ni vacilaciones.
Mi novio y yo creimos haber escuchado mal, pero él lo repitió de nuevo:
—Para ser ascendido, tendrá que darme una noche con su novia.
Yo quedé sin habla y la sonrisa se borró del rostro de mi novio, pero nada de eso hizo desistir a su jefe.
—Es un intercambio de negocios apropiado, ¿no cree, Sean?
Al hablar, su mirada se trasladó a mí y la profundidad de esos marrones ojos atrapó por completo a los míos, me vi envuelta en una aura caprichosa, seductora y anhelante como ninguna más. Tal vez era la impresión por su propuesta, pero por primera vez en mi vida, me sentí como una adolescente intimidada y deslumbrada por la presencia de un hombre maduro y atractivo.
—Le ofrezco el ascenso que pide, sí usted accede a que su novia duerma conmigo esta noche.
—¿Segura que no conservas ningún sentimiento por ese chico? —me preguntó mi marido con ojos oscuros y titilantes, acompañados de una voz áspera.Frené el beso para ver su rostro, en él había señales de angustia e inquietud; entonces negué muy lentamente.—No tengo ese tipo de sentimientos por él, solo por ti.Esa noche, en la fiesta de compromiso de Gia, me encontré con quien menos esperaba ver en Italia. Era Nathan Dubois, el sobrino de Miranda en Canadá, y el médico que me cuidó esas últimas veces, quien me ayudó a dar a luz a mi bebé.Y también era el hombre con el cuál me planteé seriamente iniciar un romance, cuando estaba convencida de que mi marido era un infiel y estábamos a las puertas de un divorcio.—¿Que él esté aquí no se volverá una preocupación para mí? —suspiró Adam, ajustándose al espacio entre mis muslos.El escritorio donde me tenía era grande, con una superficie de madera fría que me estremecía la parte inferior del cuerpo, pero que aún así mantenía caliente el res
Amo a mi esposa y confío en ella ciegamente, en cualquier aspecto... menos referente a aquel hombre. Quería creer en su versión, confiar en su palabra y dejar el asunto a un lado... Pero me es absolutamente imposible. La duda, la inquietud y el temor de perderla a causa de Ángel Clair se han asentado en mi cabeza, formando una sola intranquilidad.Es como una tormentosa espina de la que simplemente no logro deshacerme del todo; vuelve repentinamente con un aguijonazo y de nuevo veo a mi esposa con él en esa cafetería, con ese pastel de cumpleaños entre ellos, mirándose con una extraña familiaridad... Y entonces mi interior vuelve a hervir.Aunque me gané su desagrado cuando le dejé en claro que no nos iríamos de la finca hasta que la situación se aclarara, mi decisión sigue firme. Sin embargo, eso no significa que desee que se sienta miserable y prisionera de su marido. Todo lo contrario, deseo que disfrute el viaje y que olvide la razón por la que la mantengo allí.Con ese objetivo,
Hacernos la idea de que seríamos papás nuevamente fue muy diferente a la primera vez. Esta vez superamos la impresión rápido e inmediatamente pasamos a la emoción, la expectación y una dicha creciente. Apenas al día siguiente de nuestra llegada a esa finca en Otricoli, Italia, Adam salió y regresó con una doctora especializada. Ella y mi esposo se comunicaron en un fluido italiano con un tono muy familiar, antes de pedir privacidad para que me examinara.—Soy Gia, Adam y yo somos familiares —me dijo ella sonriendo y sacando su equipo—. Es mi primo.La miré desde la cama con impresión, recordando que Dominic tenía firmes raíces italianas, mientras que su exmujer, Miranda, pertenecía a una prestigiosa estirpe de sangre inglesa. Ambos tenían excelentes posiciones, y no me extrañaría que esta nueva mujer también.—Me alegra conocerte, Gia. Soy Hannah. Veo que mi marido y tú son muy cercanos —le sonreí de manera amigable.Ella se encogió de hombros, preparándose para el examen.—Él pasó par
Incluso a mí me parece una locura, pero amo a esa pequeña mujer intensamente, más de lo que la amé ayer y mucho más de lo que la amaba al conocerla. Y el haberla visto en aquella cafetería, sentada junto a ese hombre apuesto, como una dupla de amantes perfectos, me hizo vibrar los nervios y sentirme inseguro por primera vez en toda mi vida. Una explosión de celos invadió mi cuerpo en aquel momento; me supieron amargos y asombrosamente desagradables.Comencé a crear historias en mi cabeza, a componer su relación, y mi mente me lanzó a la cara la posibilidad de que ellos fuesen más cercanos de lo que ella me dice. El hecho de que aquel hombre fuese su padrastro, cuya edad es cercana a la mía y con un aspecto físico llamativo, es algo que mi cerebro se niega a digerir por lo fantasiosa que es la historia que mi esposa me ha contado sobre ella y él.¿Un mismo apellido? ¿Un hombre apuesto y joven? ¿Una relación extraña? No puedo sino imaginar el peor vínculo: un antiguo matrimonio del que e
—¿Estás embarazada?Mi mirada, antes excitada, se desplazó con pesar a la prueba de embarazo que sostenía en una mano, y tragué saliva sin remedio. Incluso antes de decir que, si y explicar que yo misma acababa de enterarme, Adam se río con emoción incrédula y me rodeó en un poderoso abrazo de oso.En la encimera del lavabo del baño, mi esposo me estrechó con una dicha desmedida.—¡Dios, que sorpresa tan increíble, amor!Me llenó el rostro de besos y volvió a ver las dos líneas en la prueba, meneando la cabeza y finalmente buscando mi boca. Plantó en ella un intenso beso, cargado de amor y alegría.—Me has dado un maravilloso regalo, amor. Gracias —sonrió contra mis labios, dejando la prueba a un costado para envolverme y apretarme en su pecho.Contrario a él, yo no compartía la misma emoción. El saber que le daría otro hijo a mi esposo, sabiendo lo que había en su cabeza, no me gustaba demasiado. Había imaginado que, llegado el momento, un nuevo bebé llegaría después de una meticulosa
Otro bebé...Al principio la noticia me abrumó, me tomó absolutamente por sorpresa y me costó mucho procesarla. Después de ver las dos líneas rosadas en la prueba, la guardé en mi bolso y tomé mi lugar, expirando el poco aire en mis pulmones. Adam trató de averiguar qué me ocurría, pero sellé mis labios y no le dije nada, porque aún no estaba lista para compartir la inesperada noticia con mi esposo.Sabía que le haría feliz, que saltaría de dicha... Porque un nuevo hijo era lo que Adam más deseaba, pero no por los motivos que cualquier padre tiene, sino porque ese era un medio infalible para marcarme y decirle al resto de los hombres del mundo que yo era su esposa, más que eso, su mujer.Después de un viaje de varias horas, que a mí me supieron pocas, el jet descendió suavemente sobre una pista ubicada a poca distancia de una bonita finca, que se abría sobre un campo verde y demasiado desolado, pero con una carretera de rocas sólidas bien iluminadas.El cálido aire nocturno del verano
Último capítulo