Dominic me permitió quedarme con mis bebés varios días en su casa, mientras sus abogados buscaban algún resquicio en el contrato matrimonial que pudieran usar para alcanzar el divorcio. Su equipo legal era amplío y muy experimentado, todos abogados de gran renombre y éxitos; aunque ni eso fue suficiente para encontrar una solución rápida.
Pero, a diferencia de los días anteriores, ahora ya me sentía más segura. La finca era un lugar agradable, con densos bosques que bloqueaban el paso como una barrera y un sol cálido que nunca desaparecía. Dominic tampoco era un suegro terrible, cuando no estaba acostado por su delicada salud, se sentaba en el jardín y jugaba con Ethan o me ayudaba sosteniendo a mi pequeña.
—Los dos son muy parecidos a mi hijo —comentó una tarde, quitándole los largos cabellos castaños de la frente de mi bebé y mirándola abrir los ojos después de una larga siesta.
A pesar suyo, verla, le hizo extender una sonrisa de abuelo ya enamorado de su nieta. Me senté con él, ca