Adam hizo que la enfermera de su padre le entregará a nuestra pequeña bebé y, con Ethan de la mano, llamó al piloto del helicóptero para llevarnos a casa. Pero cuando pretendió hacerme salir de la finca con un gesto de cabeza, simplemente me negué.
—Tú y yo debemos hablar, Adam —mi propia voz me sonó fría.
Dominic entendió mis intenciones primero y llamó a Ethan.
—¿Quieres ver los caballos, Et? —le sonrió y a mi hijo le brillaron los ojos.
Soltó la mano de su papá y corrió junto a su abuelo.
—¡Si, si quiero!
Dominic le acarició el abundante cabello rubio y luego alzó la cabeza para ver a su propio hijo. Adam miró la dulce escena entre abuelo y nieto con una expresión ajena, incluso indiferente.
—Dame a la bebé, Adam, y habla de una vez con tu esposa. No pueden seguir así.
Esperé en silencio y quietud mientras mi esposo lo pensaba y decidía. Pero cuando asintió despacio y caminó hacía su padre para entregarle a la bebé, respiré profundamente de puro alivio. Sin mis hijos presenciando e