Leslie regresó con Travis al hospital, aun con los nervios crispados. Él estaba ya de pie, con el brazo vendado, listo para marcharse.
—Es hora de irnos —dijo con voz grave.
Ella asintió con rigidez. No quería hacerlo.
En su interior ardía una mezcla de anticipación, miedo y rabia.
Pero sabía que cualquier palabra mal dicha podría revelar lo que más temía: que Travis todavía amaba a Sídney y eso la haría perder el control sobre el hombre, y no podía hacerlo, con ese falso amor podría controlar la fortuna Mayer.
El trayecto de regreso a la mansión fue silencioso, sofocante. El motor del auto parecía rugir en medio de ese silencio tenso.
Leslie observaba el perfil de Travis, la firmeza con la que sujetaba el volante, la mirada fija en la carretera.
Había algo en él… algo que no era indiferencia, sino culpa.
—¿Por qué la besaste, Travis? —preguntó al fin, rompiendo el aire con su voz quebrada.
Él no respondió. Sus nudillos se pusieron blancos sobre el volante. Apretó los labios, concentra