Afuera, Sídney caminaba sin rumbo, sus pasos vacilantes resonaban en el pasillo vacío, mientras el peso del mundo parecía aplastarla con cada latido.De pronto, el muro de contención que había sostenido durante tanto tiempo se quebró. Las lágrimas comenzaron a brotar como un torrente imparable, cayendo con furia sobre su rostro desencajado.Se dejó caer al suelo, derrotada, sin importarle quién la viera, sin importar el juicio o las palabras ajenas.En ese instante, nada tenía sentido, salvo el dolor que le carcomía el alma.Su corazón sangraba por dentro, porque ahora lo comprendía con una claridad devastadora: su propio padre, el hombre que debía haberla protegido, la había usado como una simple pieza de ajedrez, un estorbo, un error en su plan macabro. Nunca la amó realmente.Todo había sido fachada, una estrategia para protegerse a sí mismo, sin importar el daño que le causaba a ella.El recuerdo de la mirada enferma y vacía de su madre la atravesó como una daga.Las preguntas tím
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