Kaia
La brisa, en conjunto con los movimientos juguetones, me levantaba el cabello cuando me dejé llevar por el rítmico retumbo de los tambores, güiras, congas y palmas.
Porque sí, algunos músicos simplemente creaban, con sus manos y voces, una música exótica y cargada de energía que invitaba a ser acariciada durante el baile.
Me encantaba...
—¡Esto es genial! —vociferé con alegría mientras danzaba en medio de los demás miembros de la manada, disfrutando de este momento con libertad.
Di varias vueltas, y mis pies imitaban el ritmo de quienes me rodeaban, como si me enseñaran cómo era que debía danzar la música de su folklore.
Y yo estaba encantada de ser invitada a este hermoso baile.
No pude evitar reír cuando la tía jaló al tío Liadrek al centro; él se veía demasiado avergonzado, pero no se negó, así que intentaba seguirle el ritmo, aunque la tensión no lo dejaba.
—¡Vamos, tío, dale con toda! —le grité, y eso lo puso mucho más rojo. No pude evitar la carcajada.
Papá cargó a mamá y l