Kaia
Sentí que las mejillas me ardían, y mis manos empezaron a sudar mucho.
—¿Qué te pasa ahora? Tu cara se puso rara. —Me apuntó con el dedo.
Sentí mucha vergüenza y me mordí el labio inferior. Entonces me pareció que los ojos de Nevan se dirigieron a mi boca y me contemplaban como depredador hambriento a su presa.
Hoy estaba muy fantasiosa…
—Yo también me siento un poco abrumado con tanta gente. Además, a Zora se le ocurrió que quería que la enseñara a bailar. ¿Puedes creerlo? ¿Acaso tengo cara de bailarín? —Rio por lo bajo, como si la petición de su amiga fuera la peor barbaridad del mundo.
Tan bello…
No tiene cara de bailarín, pero sí de ser mi pareja, así, toda perfecta…
¡Ay, qué estoy pensando!
Tragué saliva y asentí con movimientos de cabeza.
Los dos caminamos por en medio del bosque, sumidos en una conversación acerca de sus misiones.
Nevan no era muy hablador con los demás, pero conmigo fluía bien; supongo que se acostumbró a que lo acosara con preguntas, por lo que ya le sale