Kaia
De repente, hubo mucha tensión. Era como si la oscuridad hubiera irrumpido en la sala y la sensación de peligro amenazara con destruirnos.
Uy, ¡qué exagerados eran mis pensamientos!
Pero sí, así me sentí.
Al darnos cuenta de que teníamos mucho tiempo “abrazados”, Nevan y yo nos apartamos de un respingo rápido, ambos avergonzados ante las miradas perplejas de los demás.
Miré a papá por inercia y entendí esa oscuridad peligrosa que había percibido. Mi corazón empezó a latir con fuerza, de puro miedo, al entender que sus ojos brillaban de enojo por mi cercanía con Nevan.
Eso me puso más nerviosa de lo que ya estaba, así que tomé una distancia mayor.
—Mamá, deja de hacer cosas raras —le reclamó Nevan a la tía en un gruñido, visiblemente incómodo.
Cosas raras...
Si bien la tía pasó un límite al lanzarme contra Nevan de forma imprevista, la reacción de él me dolió.
Entonces solo lo imaginé: Nevan no me susurró que me había extrañado.
Oculté mi tristeza y me acerqué a Zebastiel para dis