No supe en qué momento me lancé hacia él. Mi cuerpo reaccionó solo, como si necesitara aferrarse a la única certeza que tenía. Gabriele. Su calor, su fuerza, su presencia abrumadora. Mis labios buscaron los suyos con una urgencia que me sorprendió incluso a mí, y él me recibió sin dudar, sujetándome por la cintura con una intensidad que me hizo temblar.
Sentía que el corazón me golpeaba con fuerza en el pecho, que mi piel ardía por dentro y por fuera. El roce de su boca, el modo en que sus manos recorrían mi espalda, mi cuerpo con hambre, con violencia contenida, me hizo perder por completo la noción de cualquier otra cosa. El miedo, la angustia, la adrenalina… todo se mezclaba con el deseo más primitivo que jamás había sentido.
Gabriele me empujó contra la pared, y yo gemí entre sus labios. Me aferré a sus hombros con fuerza mientras sus manos, grandes y decididas, se colaban bajo mi camiseta y subían por mi cintura. El contacto de su piel contra la mía me dejó sin aliento. Me arqueé