Me desperté con la piel aún caliente, como si el recuerdo de la noche anterior se hubiera quedado adherido a mi cuerpo. Al principio, no supe dónde estaba. Solo sentía el calor de un cuerpo masculino junto al mío, el aroma sutil y embriagador que ya reconocía como suyo, y el peso ligero de una manta cubriéndonos. Mis párpados pesaban, pero los abrí lentamente. La luz de la mañana se filtraba entre las cortinas, dibujando sombras suaves sobre la cama, y entonces lo vi.
Gabriele dormía a mi lado.
Su rostro, usualmente tenso o contenido, ahora parecía en paz, como si el mundo entero se hubiera silenciado para permitirle ese descanso. Su respiración era profunda y pausada. Tenía una mano extendida hacia mí, y el pecho desnudo se alzaba con un ritmo hipnótico. No pude evitar sonreír. Había algo enternecedor en verlo así, desarmado, sin ninguna de sus máscaras. Era hermoso… pero no solo por sus rasgos perfectos, sino por esa vulnerabilidad dormida que pocas veces había mostrado.
Mi mano se