Lucian fue el primero en despertar, seguido de las dos hembras al mismo tiempo. Al abrir los ojos, se dieron cuenta de que habían dormido no solo toda una tarde del día anterior, sino también toda la noche entera. Bajo aquel guanacaste no fueron molestados; el árbol los había protegido en silencio. Según Vida, era una lástima que aquel gigante no pudiera acompañarlos en el camino.
El aire de la mañana estaba impregnado de un aroma fresco, pero algo en el bosque había cambiado. El silencio ya no era el mismo: había dejado de ser protector para volverse expectante, como si cada hoja y cada sombra aguardara su próximo paso.
Mientras recogían sus cosas, Milah se frotó los brazos.
—No sé por qué… pero siento que alguien nos observó toda la noche.
Vida guardó silencio. No quería preocuparla, pero en su pecho la misma sensación aún la oprimía.
Caminaron durante horas siguiendo las marcas del mapa. Las raíces parecían enredarse más, los troncos más retorcidos; a medida que avanzaban, el bosq