La tregua con Tomás era un puente de cristal sobre un abismo. Caminábamos con cuidado, conscientes de que cualquier paso en falso podía hacerlo añicos. Pero el solo hecho de que el silencio ya no fuera hostil, sino un espacio de tregua, cambiaba la atmósfera de R-7. Ya no éramos dos islas en guerra, sino dos territorios devastados que acordaban una paz frágil para enfrentar a un enemigo común.
Esa paz se puso a prueba cuando Roxana convocó una reunión ampliada. No sería solo ella, Alma la analista, y Tomás, el activo. Sería el núcleo completo.
"Necesitamos a Felicia y a Andrea", anunció Roxana, su tono dejando claro que no era una sugerencia. "El operativo se acerca a su punto crítico. Todos necesitan estar sincronizados."
La idea me puso nerviosa. Felicia, con su mente legal afilada como un bisturí, y Andrea, con su instinto periodístico y su red de contactos, eran piezas clave, pero también eran eslabones que conectaban mi mundo encapsulado en R-7 con la realidad exterior. Su presen