Me desperté con el mismo pensamiento que la noche anterior: Nikolay no era normal. No era humano. Era un depredador con modales perfectos y trajes caros. Y aún así, algo en mí... algo que no quería analizar demasiado, me empujaba a seguirle el juego.
Cuando bajé a desayunar, lo encontré leyendo el periódico como si no existiera otro siglo más allá del suyo. Ni una palabra sobre la cena anterior. Ni una palabra sobre nada.
-Hoy tienes que vestirte bien -dijo, sin levantar la vista del papel.
Me senté enfrente, con una ceja arqueada.
-¿Vas a matarme en una gala y necesitas que luzca presentable para la foto?
Sus ojos se alzaron, lentos, afilados.
-Una fiesta. Negocios. Quiero que me acompañes.
-¿Y si no quiero?
-No pregunté si querías, Bianca.
Me tragué la rabia con el primer sorbo de café. Porque él nunca gritaba. No necesitaba alzar la voz para que yo entendiera que no había margen.
-¿Hay código de vestimenta? ¿O puedo ir en pijama, ya que no me preguntaste si me apetecía salir?
Él de