Narrado por Nikolay
Nunca fui de los que miran atrás. No porque no me importara lo que dejaba, sino porque aprendí que la nostalgia es un lujo que los hombres como yo no pueden permitirse.
Pero esta vez, mientras el coche se alejaba del terreno que protegía mi casa —nuestra casa—, no pude evitar mirar por el espejo retrovisor.
Ni una silueta, ni una luz encendida. Solo la oscuridad y el eco de la promesa que dejé escrita sobre la almohada de la única mujer que ha logrado desmontarme sin tocarme el arma.
Confía en mí. Vuelvo pronto.
Una mentira piadosa. Una esperanza brutal.
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La ciudad a la que llegué era tan anónima como lo pedía el protocolo. Aeropuerto privado, coche alquilado a nombre de un muerto con documentos impecables, un hotel sin cámaras, sin recepcionista, sin preguntas.
Me esperaban en una habitación del séptimo piso. Dos hombres armados, rostros cubiertos por la sombra, y un tercero que no necesitaba presentación.
Andrei Lebedev.
El tipo que solía limpiar los rastros q