—No importa. —La respuesta fue inmediata, cargada de rabia y determinación—. No me importa. Yo no pedí ser líder. Podemos irnos, como Amadeo y Lucía. Solo nosotros dos.
Sareth parpadeó, sorprendida por esas palabras. Durante un instante, la imagen de un futuro juntos, lejos de todo, se formó en su mente. Un lugar donde nadie los juzgara, donde nadie les dijera qué podían o no podían sentir. Sonaba tentador. Sonaba demasiado perfecto. Pero al pensarlo más, se dio cuenta de que no era lo que quería.
—Amadeo y Lucía no huyeron —replicó con firmeza—. Ellos viven su amor libremente, sin esconderse. Lo que propones… se siente como escapar. Y yo no quiero huir, Kael.
El recuerdo de Elena llegó a su mente como un eco.
—Ella me hizo entender que valgo, que mi vida importa tanto como la de cualquier otro. Que debo sentirme orgullosa de lo que soy. —Sus ojos brillaron con fuerza—. Y soy un demonio.
El corazón de Kael se contrajo al escucharla. La tomó del rostro con ambas manos y la besó de nuev