27. Huella digital
El silencio del refugio era más denso que el ruido de la ciudad.
Una cabaña vieja, con paredes que crujían al ritmo del viento y una estufa que apenas lograba mantener el calor. La lámpara sobre la mesa parpadeaba como si dudara en seguir viva, lanzando destellos intermitentes sobre los rostros cansados. El olor a madera húmeda se mezclaba con el de la lluvia, filtrándose por cada rendija.
Fran estaba herido. No lo decía, pero el corte en su brazo hablaba por él.
—No es nada —insistió.
—Decime eso sin apretar los dientes —le respondí.
Le limpié la herida con agua oxigenada. El sonido del burbujeo me crispaba los nervios. El olor metálico de la sangre mezclado con alcohol me revolvía el estómago, pero seguí. No era momento para flaquear.
—No te muevas.
—Mile…
—Shhh. Si hablás, te duele más.
Su respiración se mezcló con el sonido del fuego. El lobito dormía junto a la estufa, su cuerpo tibio era la única calma en esa noche rota. Por momentos, el crepitar de la leña parecía acompasar el