3. El primer café
Mi pensión es un conjunto de paredes delgadas y sueños en proceso. Me preparo un café, abrazo a mi pequeño lobito para no sentirnos tan solos, y trato de no pensar en sus ojos, aunque no es posible, esos ojos verdes, profundos, intensos. después de dar vueltas en la cama un rato, quedo dormida. Al día siguiente, ya listos para salir, la ciudad huele a oportunidad una que no quiero desaprovechar. En la oficina, todo va más rápido. Me asignan un proyecto importante, para ser nueva es una gran responsabilidad y apenas tengo tiempo de respirar, cuando una notificación aparece: “Terraza. 10 minutos. Trae al peludo.”Subo. Está ahí. Fran. Apoyado contra la baranda, camisa blanca arremangada. Me mira y sonríe apenas.—Venía por el café que me debías —dice. —No me gusta deber —respondo, y esa sonrisa suya hace que olvide el aire por un segundo.Nos sentamos. Mi pequeño lobito se acomoda en sus piernas, encantado, como si lo conociera de antes. Lo miro jugar con su pelo, tranquilo, natural.
Leer más