MELISA
Despierto en medio de la oscuridad, la habitación esta en silencio al estirarme, miro por la ventana enbozando una leve sonrisa porque pese a todo, hay cosas lindas en el mundo. El reloj en la mesita de noche marca las ocho de la noche, lo que significa que dormí unas cinco horas.
Aunque mi cuerpo se siente mucho mejor, como si hubiera recuperado las fuerzas, mi alma sigue tan rota como antes. Siento un vacío en el estómago, así que me obligo a levantarme, camino hacia el baño, me lavo la cara y los dientes, aunque mi reflejo me devuelve una imagen de una mujer con los ojos vacíos.
Luego, salgo de la habitación y camino por el pasillo descalsa, pero el silencio opresivo de la mansión me asusta. Cuando llego al pasillo que lleva a la cocina, las voces me detienen de golpe y me desvían de mi objetivo inicial.
Reconozco las voces de Kostas y Nick. Me quedo quieta, pegada a la pared, escuchando cómo sus voces resuenan desde la sala. No sé qué están diciendo, pero el tono es grave