Bianca.
La semana había pasado volando, y ahora me encontraba en camino a Bellavista. Iba acompañada por Alexandra, mi gata, el guardaespaldas Arelic, y otros cuatro hombres más. Solo esperaba que mi abuela no se pusiera histérica al ver tanto hombre armado rodeándome. Alexander había dejado a su madre resguardada con Natalia y varias empleadas, además de un grupo de seguridad de su agencia secreta. Me sentía segura. Gracias a Dios, Mauricio no había vuelto a molestarme, lo que me daba un respiro de tranquilidad.
Mientras el auto avanzaba por la carretera, miré de reojo a Alexandra quien estaba callada.
—¿Estás bien? —pregunté, rompiendo el silencio.
—Sí, Bianca —respondió, pero su tono no me convenció.
—¿Más que tranquila? ¿Segura?—Insisti.
—Si. Por cierto, Alexander me contó lo que ha estado pasando con tu ex… Es un loco dramático, ¿no crees?
—Sí… pero ya no me va a joder la vida, porque lo amenacé —solté con un tono desafiante. —¿Te sientes bien viajando conmigo?
—No te preoc