Bianca
HabĂa pasado toda la mañana editando las fotos de una pareja conocida y aunque ellos querĂan que hiciera el Ăşltimo toque en el estudio, les dije que llevaria mas tiempo. Sin embargo aceptaron, ya las fotos estaban tendidas en la mesa de trabajo, listas para el siguiente paso, pero el hambre me distrajo por lo que decidĂ; cerrar el estudio, le pedĂ al guardia que no atendiera a nadie durante las siguientes dos horas; necesitaba un descanso. TenĂa antojo de algo reconfortante, y el restaurante estaba a diez minutos de mi estudio parecĂa la opciĂłn perfecta. MorĂa por un suchi o chao mein, pero dudaba que a esta hora estuviera lista. Antes de salir, vi una llamada perdida de mi fastidioso novio. Un suspiro saliĂł de mis labios, estaba agotada, pero no querĂa dejarlo en visto. —¿Quieres que te vaya a ver? —le preguntĂ© cuando devolvĂ la llamada. PodrĂa ir a su trabajo de medio tiempo. —No, yo ire. En 15 minutos estoy contigo, cariño —respondiĂł con esa voz sensual. RodĂ© los ojos. —Está bien, te espero pero en el restaurante chino, te parece. —Perfecto cariño.—ColguĂ© la llamada, dispuesta a ir a mi almuerzo. SubĂ a mi coche y conduje al restaurante chino. Al llegar, pedĂ, un sushi al estilo exĂłtico, aunque lo mĂo era más chao mein y una bebida de frutas tropicales pero aun no estaban lista. Me sumergĂ en la revisiĂłn de las fotografĂas impresas. Algunas eran para un proyecto con unas unas modelos en ropa interior. Me sonreĂ al ver la calidad de mi trabajo, aĂşn sabiendo que no era perfecta; pero tenĂa mi estilo, y eso era lo que más me enorgullecĂa. Pasaron unos 15 minutos cuando mi novio llegĂł, tan elegante como siempre, con esa sonrisa encantada pasmada en su rostro. Me dio un beso en la comisura de los labios antes de sentarse frente a mĂ. —¿Ya pediste algo, cariño? —preguntĂł con naturalidad. —SĂ, ÂżY tĂş, vas a pedir algun menu? —No, solo querĂa plantearte algo. Mi corazĂłn dio un pequeño brinco. Era raro que solo viniera a "plantearme algo". —¿Plantearme algo? —Voy a tener un viaje de negocios con mis padres a Alemania. —¿En serio? —preguntĂ©, intentando no sonar sorprendida. Total no es la primera vez. SegĂşn el tenĂa que viajar cada dos meses con sus padres por la empresa que tiene en Alemania. Y eso que no se realmente quienes son sus padres. Nunca me los presentĂł y tampoco lo quise. —SĂ, amor. Serán 15 dĂas en Alemania. Lo entendĂa, pero no podĂa evitar sentir una punzada de decepciĂłn. Quince dĂas sonaba a demasiado tiempo. —Oh... —murmuré—. Claro, entiendo, el trabajo. —SĂ, pero nos veremos cuando regrese, Âżverdad? Podemos pasar tiempo juntos entonces. —Me sonriĂł, pero yo ya habĂa notado su prisa por irse.—Ahora debo irme, el deber me espera. —SĂ, no te preocupes —respondĂ con una sonrisa forzada. —Te quiero mucho —dijo antes de besarme la mejilla y salir apresurado. —Ajá — Fue lo Ăşnico que logre decir. Lo observĂ© salir y dejĂ© escapar un suspiro profundo. Mientras me disponĂa a disfrutar mi almuerzo, pensĂ© en Ă©l. Lo querĂa, claro, pero a veces sentĂa que sus prioridades estaban en otra parte. Yo tampoco tenĂa tiempo de reclamarle. Mi trabajo absorbĂa la mayor parte de mis dĂas y mis intereses románticos no eran lo principal en mi vida. Por lo menos no sentĂa tanto amor por Ă©l y era lo mejor, enamorarme hasta la mĂ©dula no era mi intenciĂłn, eso jamás. TerminĂ© de comer y decidĂ retocarme un poco en el baño. Al salir, tropecĂ© con una chica que me mirĂł de arriba abajo. —¿No te fijas por dĂłnde caminas? —espetĂł en tono arrogante. —Disculpa —respondĂ, algo sorprendida por su actitud. —¿Estás ciega o quĂ©? —No, la que no se fijo fuiste tĂş —le soltĂ©, sin querer ceder en la confrontaciĂłn. Ella me lanzĂł otra mirada, como si quisiera seguir discutiendo, pero yo ya la habĂa dejado atrás. No tenĂa tiempo ni energĂa para lidiar con personas asĂ de estĂşpidas. Soy una mujer que no deja que nadie la haga sentir menos... mi actitud es depende de como me tratan. SubĂ a mi coche y conduje hacia las colinas. Necesitaba aire fresco y, como siempre, la naturaleza era mi refugio. Al llegar, me bajĂ© y me acerquĂ© a un mirador. Desde ahĂ, podĂa ver el paisaje que tanto me fascinaba. Las colinas, cubiertas de verde, se extendĂan hasta donde alcanzaba la vista. El cielo estaba teñido de tonos rosados por el atardecer, y el aire fresco me acariciaba el rostro. TomĂ© mi cámara y comencĂ© a capturar la belleza de aquel momento. Me quedĂ© ahĂ un buen rato, exhalando el aire de la tarde. đź’«đź’«đź’« LleguĂ© al estudio para continuar mi trabajo, pero ya era demasiado tarde. SabĂa que no lograrĂa concentrarme, asĂ que decidĂ dejar todo para el dĂa siguiente. DesconectĂ© los equipos, apaguĂ© las luces, y cuando vi al guardia de turno llegar, me despedĂ con un gesto amistoso. Le dije que no se quedara despierto toda la noche; algunos se dormĂan de vez en cuando, y aunque mi estudio no albergaba cosas de mucho valor, no podĂa arriesgarme tampoco. Al llegar a mi apartamento, dejĂ© las llaves sobre la mesa y escuchĂ© el ronroneo suave de mi gatita, Mimi. Se acercĂł, rozando mis piernas con su suave pelaje blanco —¿Te quedaste aburrida esta tarde? AquĂ tienes, come un poco de leche y pedigrĂ,—le hable mientras le servĂa la comida. Mimi maullĂł en respuesta, como si estuviera compartiendo su dĂa conmigo. Me dirigĂ a mi habitaciĂłn, donde, sin pensarlo demasiado, me despojĂ© de toda la ropa y me tumbĂ© sobre la cama. DecidĂ hacer unos ejercicios de yoga; estirar mi cuerpo me ayudaba a liberar la tensiĂłn. FlexionĂ© las piernas, llevĂ© los brazos hacia adelante y dejĂ© que el aire atrapado en mi pecho se escapara poco a poco. Me sentĂa ligera, casi flotando. Tras un rato, me quedĂ© mirando el techo, pensando en lo rápido que se habĂa pasado la semana. Con un suspiro, me levantĂ© y me dirigĂ a la ducha. El agua caliente caĂa sobre mi piel como un bálsamo que eliminaba cualquier malestar. Me relajĂ© bajo la calidez, dejando que el jabĂłn y el champĂş se llevaran cualquier residuo de cansancio. DespuĂ©s de la ducha, me puse un short cĂłmodo y una blusa ligera para dormir. Al poco rato, como siempre, mi gata entrĂł silenciosamente al cuarto y se acomodĂł en la cabecera de mi cama. CerrĂ© los ojos, hasta quedar dormida. đź’«đź’«đź’« Ya estabamos en fin de semana. Como siempre, me levantĂ©, cepillĂ© mis dientes y me tomĂ© otra larga ducha, dejando que mi cabello rojizo se empapara por completo. Lo dejĂ© secar al natural mientras me preparaba. Me puse un short y un top, y apliquĂ© un poco de pintalabios antes de dirigirme a la cocina. Le servĂ comida a Mimi, que estaba siempre a mi lado maullando, luego me preparĂ© unas tostadas con huevo y cafĂ©. RevisĂ© mi mĂłvil, esperando tal vez algĂşn mensaje de Mauricio Pero, como era de esperar, no habĂa ninguna llamada ni mensaje suyo. Total, ni me interesaba. —No importa— murmurĂ© para mĂ misma. No iba a dejar que eso me arruinara el dĂa. DespuĂ©s de desayunar, decidĂ salir a hacer algunas compras. En el supermercado, mientras elegĂa frutas y otras cosas para la despensa, me di cuenta de que, aunque no era fan de los embutidos, habĂa veces en que me veĂa obligada a comprarlos para acompañar las verduras. Mi obsesiĂłn por mantener un cuerpo perfecto a veces me llevaba a hacer sacrificios en la dieta. Al salir del supermercado, me encontrĂ© con una situaciĂłn un tanto incĂłmoda. Sin querer, choquĂ© con alguien en el estacionamiento. Era un hombre alto, con lentes de sol y una sonrisa torcida. Se inclinĂł un poco para mirarme de cerca y mencionar con voz arrogante. —Se nota que eres una chaparra que ni siquiera se fija por dĂłnde camina. —¿Disculpe? Âżchaparra? AquĂ el que tropezĂł fue usted— le respondĂ, molesta. Él gruñó y replicĂł. —No te fijas, chiquilla.— Me apuntĂł con un dedo, su tono altanero. FruncĂ el ceño, completamente confundida. —Espero no volver a encontrarte, idiota— respondi sonriendo antes marcharme a toda prisa pero no sin antes sacarle mi dedo de en medio. SubĂ rápidamente a mi coche y me fui, aĂşn procesando el encuentro con ese arrogante desconocido. —¿QuĂ© tipo más imbĂ©cil?— murmurĂ©. Por la noche, decidĂ que no podĂa quedarme aburrida en casa, asĂ que optĂ© por salir un rato a una discoteca llamado el Diamond. Me vestĂ con una falda negra, me puse un piercing en el ombligo y mi chaqueta negra. DejĂ© mi cabello en ondas y apliquĂ© un pintalabios rojo intenso. Mirándome al espejo, me sentĂ lista para disfrutar de la noche. SalĂ de mi apartamento, decidida para bailar toda la noche. LleguĂ© a la discoteca, paguĂ© la entrada y me dirigĂ a la sala VIP. Solo querĂa bailar y pasarla bien un rato sin beber alcohol. Mientras miraba a mi alrededor, notĂ© a una pareja muy acaramelada en un rincĂłn hasta ella estaba casi desnuda moviĂ©ndose . PedĂ una michelada; pero algo llamĂł mi atenciĂłn en la pareja que estaban apunto de tener sexo o ya estaban en acciĂłn. Al principio, no les prestĂ© mucha atenciĂłn, pero cuando limpiĂ© mis ojos para ver mejor, me di cuenta de que el hombre era Mauricio, mi supuesto novio, estaba devorando la boca de la rubia. Incluso me dio asco al ver lo que ambos hacĂan en ese rincĂłn sin tener tal vergĂĽenza.