—Es real. Muy real.
Y la besó. Un beso lento al principio, labios rozando labios, pero pronto se volvió voraz. Su lengua invadió su boca, reclamándola, mientras sus manos grandes se posaban en la cintura de su luna, atrayéndola hasta el sofá, ella quedó a horcajadas sobre sus muslos. El pequeño vientre abultado de Vecka, apenas redondo, rozó el torso duro de Xylos; él lo acarició con reverencia, los pulgares trazando círculos sobre la piel tensa.
—No puedo evitar ser posesivo contigo —susurró contra sus labios, la voz ronca—. Eres mía, Vecka. Cada centímetro de ti —ella tembló, sus caderas meciéndose instintivamente.
—Me haces sentir completa… a tu lado, soy yo misma —jadeó, sus uñas rozando la nuca de él.
—Entonces déjame llenarte otra vez —gruñó él, sus dedos desatando el cordón de su blusa—. Quiero verte… sentirte… toda.
La blusa cayó con un tirón, y su falda fue rasgada ligeramente, Vecka quedó en bragas de encaje blanco, los pechos balanceándose, pezones rozas endurecidos,