Las puertas del ascensor se abrieron con un chirrido metálico, dejando escapar una ráfaga de aire frío. Vecka salió tambaleándose, aún con el corazón desbocado por la claustrofobia que la había atenazado durante los minutos eternos en la oscuridad. Afuera, un grupo de empleados se había reunido, con rostros tensos y ojos fijos en el hombre que emergía tras ella: Xylos Blackwood, CEO de Blackwood Enterprises.El silencio fue inmediato, pesado. Nadie se atrevía a moverse hasta que la asistente personal del jefe, Rebecca Kozt, se abrió paso con pasos seguros y tacones que resonaban contra el mármol.—¿Se encuentra bien, señor Blackwood? —preguntó, inclinando apenas la cabeza, con la formalidad precisa de quien conoce el carácter implacable de su jefe.Xylos, de porte erguido y mirada vacía e impenetrable, apenas desvió la vista hacia ella al escucharla. Su voz grave se deslizó, firme como un filo.—Bríndenle asistencia a la señorita.Y sin más, retomó su andar, cada paso seguro hasta des
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