Erick caminó hacia la puerta con pasos lentos, sus dedos temblorosos ajustaban la chaqueta mientras el silencio de la habitación se volvía opresivo. Cada segundo que pasaba, el eco de sus propias palabras resonaba en Catalina: "Necesito que te vayas". Pero ahora, al ver su espalda encorvada, la certeza de haber cometido un error la atravesó como un cuchillo.
Ella amaba a Erick Montenegro, lo amaba con tal intensidad que a veces resultaba casi dolorosa. Lo deseaba, lo necesitaba, pero ahí estaba, dejando pasar una oportunidad de estar con él por ese asfixiante sentimiento de culpa. No quería avanzar más aya con Erick, por respeto a Antonio. ¿Y sus propios sentimientos donde quedaban?
—Espera… —la voz de Catalina se quebró antes de que su cuerpo reaccionara. Corrió hacia él y lo agarró de la muñeca, girándolo con fuerza—. No quiero que te vayas...
Erick se detuvo, sus ojos oscuros brillaban bajo la luz tenue del departamento. —¿Estás segura, Catalina? —preguntó, con una mezcla de esper