El ambiente en el auto había cambiado cuando llegaron al jardín infantil por Gabriel. A pesar de la conversación tensa que habían tenido antes, Isaac intentó actuar con normalidad para que su hijo no notara nada extraño.
Cuando Gabriel los vio, corrió hacia ellos con una sonrisa radiante, extendiendo los brazos para que María José lo abrazara primero.
—¡Mami, papi! Hoy aprendí a hacer figuras con plastilina. Mira, hice un perrito —dijo, mostrando un pequeño amasijo de colores que apenas tenía forma.
—¡Guau, es increíble! —María José sonrió, acariciando el cabello de su hijo.
Isaac se agachó junto a ellos y fingió examinar la figura con detenimiento.
—¿Un perrito? Yo creo que es un dinosaurio en realidad.
—¡Nooo, papi! Es un perrito —Gabriel hizo un puchero, y los tres se rieron juntos.
El camino de regreso a casa fue ligero, lleno de risas y conversaciones sin preocupaciones. María José, por un momento, intentó dejar de lado la angustia que la oprimía y se permitió disfrutar del momen