Eliana abrió los ojos de golpe, como si algo invisible y oscuro la hubiese sacado del sueño con violencia. Un sudor frío le recorría la espalda, y su corazón palpitaba tan rápido que le dolía el pecho. Se incorporó lentamente, mirando a su alrededor con los ojos aún adaptándose a la oscuridad de la habitación. José Manuel dormía a su lado, tranquilo, ajeno al torbellino que en ese instante se desataba dentro de ella.
—José… —susurró primero, intentando no sonar alarmada, pero la angustia la hizo hablar con más firmeza—. José, despierta.
Él gruñó levemente, abriendo los ojos a medias.
—¿Qué pasa, amor? —preguntó con voz adormilada, girando el rostro hacia ella.
—Tengo un mal presentimiento —dijo Eliana, tomándose el pecho con la mano como si intentara calmar el martilleo que sentía dentro—. No sé… es como si algo estuviera mal, como si algo horrible estuviera por pasar. No puedo explicarlo, pero lo siento. Aquí. —Se dio un pequeño golpe sobre el corazón—. Me duele. Es un dolor extraño…