CAPÍTULO 73
Fiorella observó desde la ventana la llegada de los autos negros. En cuanto vio descender a Dante, su respiración se detuvo por un segundo. Marco caminaba a su lado, hablando con él, y detrás de ambos venía una mujer de cabello castaño que avanzaba con paso nervioso: su madre, Aurora.
Fiorella se apartó de la ventana y retrocedió hasta quedar frente a la cama. No sabía si debía salir a recibirlos o quedarse ahí. Su corazón latía con fuerza; tenía meses sin verlos. Finalmente, decidió esperar.
Pasaron algunos minutos antes de que la puerta se abriera. Aurora fue la primera en entrar. En cuanto vio a su hija, corrió hacia ella, sin poder contener las lágrimas.
—¡Fiorella! —exclamó entre sollozos—. Mi niña, no sabes cuánto te he extrañado.
La abrazó con fuerza, acariciando su rostro como si quisiera recuperar las semanas perdidas. Fiorella se dejó envolver en ese abrazo, cerrando los ojos.
—Yo también la extrañé, mamá —susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
El momento fue