GIULIA
El calor me recorrió la piel antes de abrir los ojos. Sentí unas manos fuertes sujetándome de los brazos, inmovilizándome contra el colchón. Abrí los párpados de golpe. Dante estaba encima de mí, sin camisa, su cuerpo cubriéndome, su respiración ardiente chocando contra mi rostro.
—Dante… suéltame —alcancé a decir con un hilo de voz.
Él me besaba el cuello, descendiendo con caricias que me arrancaban un estremecimiento. Intenté empujarlo, pero mis brazos parecían débiles, traicionándome. Mi cuerpo ardía, incapaz de rechazarlo del todo.
De pronto, jadeé y me incorporé en la cama. El cuarto estaba en penumbras. No había nadie. Mi respiración seguía agitada, mi pecho subía y bajaba sin control.
Un sueño. Solo un maldito sueño.
Giré la cabeza. Isabella dormía a mi lado, plácida, con su cabello revuelto sobre la almohada. La besé suavemente en la frente.
—Duerme tranquila, pequeña —susurré.
Me levanté y fui al baño. Abrí la ducha y dejé que el agua fría me despertara del todo. Apret