DANTE
Volvimos a la cabaña pasada la medianoche. Apenas crucé la puerta, Claudia se lanzó contra mí como una fiera.
—¡Dante! —me rodeó el cuello con sus brazos.
La aparté de un empujón suave, sin mirarla siquiera. No estaba de humor. Marco y otros hombres entraron detrás de mí. Me quité la chaqueta manchada de polvo y sangre seca.
—Aurora —le ordené apenas vi su silueta en la cocina—. Prepara comida para todos. Estamos cansados.
Ella asintió con un movimiento nervioso y desapareció rumbo a las ollas.
—¿Y Fiorella? —me preguntó con cautela.
—Está en la casa de los Volkov —contesté, encendiendo un cigarro—. Algo salió mal y recibió un disparo… pero ya me informaron que no es nada grave.
Aurora apretó los labios, pero no se atrevió a decir nada.
—Lo que sí —agregué, soltando el humo—, es que ese bastardo de Riccardo ya no respira. Cumplí mi venganza.
Nadie se atrevió a responder. Marco apenas bajó la mirada en señal de respeto.
Subí a mi habitación sin esperar la cena. Lo único que quer