GIULIA
Abrí los ojos de golpe, como si mi cuerpo supiera que estaba en peligro incluso antes de que mi mente pudiera procesarlo. El aire me quemaba en los pulmones, y un sudor frío me recorría la frente. Me giré con brusquedad, intentando entender dónde estaba… y lo vi.
Riccardo.
Tendido a mi lado, sobre la misma cama. Dormía plácidamente, con el pecho subiendo y bajando de manera serena, como si no hubiese caos alguno en el mundo. Mi corazón se aceleró con una mezcla de miedo y repulsión.
Me incorporé de inmediato, alejándome de él, con el instinto de protegerme.
—¿Dónde está Isabella? —le espeté, con la voz quebrada y los ojos clavados en su rostro.
Riccardo abrió lentamente los ojos, perezoso, y una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.
—Sabes… dormida eres aún más hermosa, Giulia. —Su voz era baja, cargada de un cinismo que me revolvió el estómago.
Sentí la rabia subirme como fuego hasta la garganta.
—¡Respóndeme! —grité, con los puños apretados—. ¿Dónde está mi hija?
Él se in