DANTE
El reloj marcaba unos minutos antes de las cinco. El tiempo corría como un cuchillo sobre mi paciencia. Ya casi era hora de ir por Giulia, de traerla de regreso para dar inicio a la cena y, sobre todo, para revelar mi decisión. Una decisión que cambiaría el rumbo de la casa Moretti.
Estaba listo para dar la orden a Marco cuando un golpe seco en la puerta interrumpió mis pensamientos.
—Adelante —dije, fastidiado.
La puerta se abrió y apareció Claudia. No era la Claudia impecable que siempre mostraba al mundo; esta vez estaba desarreglada, el cabello suelto y enredado, los ojos rojos, la ropa arrugada como si hubiera dormido en ella.
—Dios santo, Claudia —bufé, frotándome las sienes—. Eres una exagerada. Pareces estar de duelo.
Ella avanzó con pasos desesperados, sus manos temblorosas.
—Dante, por favor… no te cases con Giulia —me suplicó, la voz rota.
Mis músculos se tensaron. La miré fijo, dejando que cada palabra se hundiera en el silencio de la habitación.
—Ella es la mujer q