DANTE
El humo de mi puro se mezclaba con la música decadente y las risas falsas del salón. Mis ojos no se apartaban de Giulia. Primero la vi con Riccardo, y ya eso era suficiente para que mi sangre hirviera… pero lo que ocurrió después me rompió la calma en pedazos. De un momento a otro estaba bailando con Ian.
Mi maldito primo.
Sentí cómo el corazón en mi pecho —ese corazón que no era mío, que pertenecía a Luca Dell’Orso— se agitaba de una manera violenta. A veces pensaba que tal vez Luca la había amado tanto que incluso muerto no podía soltarla. Y yo… yo tampoco quería hacerlo.
Apreté la mandíbula. Podía engañarme y creer que Giulia bailaba con Ian para darme celos, pero algo no cuadraba. Sus movimientos no eran naturales, sus ojos tenían un brillo extraño. Y la manera en que Ian se inclinaba hacia ella… no, no me gustaba nada.
Claudia se acercó a mí, con esa voz empalagosa que siempre me irritaba.
—¿Por qué no vienes a bailar conmigo? —susurró contra mi oído.
—Tengo algo más impor