Desperté con el aroma del café que entraba desde la cocina y la luz tímida del sol colándose por las cortinas. Por un momento, el mundo me pareció demasiado tranquilo, casi irreal, y no pude evitar que mi mente volviera a la noche anterior.
Suspiré, acomodándome entre las sábanas, recordando la forma en que él había detenido el momento. No hubo palabras, solo esa tensión que lo decía todo. Era como si un hilo invisible nos uniera y nos retuviera al mismo tiempo. Cerré los ojos y me dejé llevar por los recuerdos, sintiendo una mezcla de excitación y desconcierto. Nunca había imaginado que un matrimonio por contrato pudiera ser tan… real en emociones, aunque supiéramos que todo era fingido.
Pensé en voz baja, casi para mí misma: “En las películas, los matrimonios por contrato solo implican que la pareja está junta… Aquí siento que cada mirada, cada gesto, es un universo entero”. Sonreí ante la ironía de mis propios pensamientos, y entonces me levanté. No necesitaba más dramatismo; la r