Me quedé mirando la pantalla del teléfono de Alessandro como si ardiera en fuego. El nombre aparecía claro, sin titubeos, sin vergüenza: Luciana. No era un número extraño, no era un error… era ella.
Un nudo se formó en mi garganta. La llamada entrante desapareció tras unos segundos, pero el eco de ese nombre se quedó estampado en mi mente como una marca imposible de borrar. Cerré los ojos, respiré profundo, y dejé el celular exactamente donde estaba, como si nunca lo hubiera visto.No podía… no debía hacer un escándalo. ¿Qué derecho tenía yo de reclamarle algo? Nuestro matrimonio era un contrato, una farsa cuidadosamente diseñada para aparentar. Y aun así, me dolía. Dolía imaginar que él podía seguir atado a alguien que sí había sido real en su vida.Me senté en la orilla de la cama, sintiendo el corazón latir con fuerza. Mis manos temblaban un poco, pero traté de ocultarlo en el tejido de la sábana. No quería pensar, no quería sentir, pero era inevitable."¿Qué soy