El amanecer trajo un silencio extraño. El tipo de silencio que precede a la tormenta. Me levanté en el pequeño apartamento y lo primero que vi fue a Sebastián, sentado frente a su computadora portátil. Su rostro estaba tenso, iluminado por la luz azul de la pantalla.
—¿Qué pasa? —pregunté, todavía con la voz ronca.
Giró el monitor hacia mí. Era un artículo recién publicado en un periódico digital. El titular me dejó sin aire:
“Ana Paula Valverde, sospechosa principal en caso de lavado de dinero.”
Las letras negras parecían gritar. Mi foto estaba en el centro de la nota, sonriente en un evento de gala. Debajo, párrafos describían transferencias, firmas digitales y documentos que me convertían en la cabecilla de la red.
—No… no puede ser —susurré, temblando.
Sebastián golpeó la mesa con el puño.
—Se adelantó. Este es su golpe.
Apenas tuve tiempo de asimilarlo. El timbre del apartamento sonó con insistencia, seguido de un golpe fuerte en la puerta. Sebastián me arrastró hacia la ventana.