No podía apartar la vista de él.Los años habían pasado, pero Sebastián seguía teniendo ese magnetismo que me desarmaba. Su presencia llenaba el pasillo, sólida, peligrosa, como si el tiempo no hubiera cambiado nada.—¿Qué haces aquí? —pregunté con un hilo de voz.Su sonrisa apenas se curvó, sin alcanzar los ojos.—Sabía que me harías esa pregunta. Aunque la verdadera es… ¿qué haces tú aquí?Tragué saliva. No entendía sus palabras, ni por qué había reaparecido justo ahora, cuando mi mundo comenzaba a resquebrajarse.—No deberías estar aquí, Sebastián. —Intenté cerrar la puerta, pero él la detuvo con la mano. Su toque fue firme, aunque no violento.—No he venido a lastimarte, Ana. Solo a recordarte que los secretos no mueren por mucho que intentes enterrarlos.Sus palabras fueron un golpe directo. Nadie, salvo él, conocía la parte de mi vida que había ocultado incluso de Julián. Nadie… y, sin embargo, alguien más estaba dejando notas y mensajes.—¿Eres tú el que me envía esas cosas? —d
Leer más