Él sabía muy bien que sus padres siempre habían preferido a Laura. Sabía también que de niña yo había sufrido todo tipo de injusticias en casa y, también, sabía cuánto deseaba que él fuera firme, que se pusiera de mi lado como un verdadero compañero.Pero ahora, él solo pensaba en convertirse en un caballero heroico, rescatando a la princesa envenenada, olvidándose por completo de mí.Esa cocina, cargada de mis ilusiones y sueños, era el escenario de tantos momentos de felicidad que aún podía verlos claramente si cerraba los ojos.Pero en ese momento todo se desmoronaba poco a poco, como si se derritiera entre mis manos.Pronto dejaría de existir, y, en su lugar, habría un amplio, vestidor. Así como mi vida, que Laura poco a poco había ido ocupando por completo.En una esquina de la cocina, quedó olvidado un pequeño portarretratos.David lo recogió en silencio, sacó mi foto y la metió en el bolsillo del pecho, como si fuera un secreto.Al volver al hotel, uno de los ayudantes de
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