Lucía no dejó de buscarme tras mi desaparición.
Gastó una fortuna comprando grabaciones de cámaras de seguridad de cada domicilio.
Descubrió que, antes del supuesto ritual entre Laura y David, Laura tenía un novio: se llamaba Roberto.
Roberto era adicto. La perseguía para pedirle dinero. Laura lo manipulaba diciéndole que su hermana tenía recursos y que yo, cubriría todos sus caprichos, incentivándolo a dejarla a ella y fijarse en mí.
Las grabaciones mostraban con claridad sus encuentros y conversaciones. Cuando llevaron mi cuerpo atado hacia el socavón de la mina de plata, Roberto los seguía a escondidas…
—¡Estás inventando todo! ¡El video está trucado! ¡Roberto no tiene nada que ver con esto! —se defendió Laura, temblando, intentando desviar las sospechas.
Pero su defensa solo la enredó más.
Cuando ya no supo qué decir, intentó abalanzarse contra Lucía.
—¡Basta! —exclamó David, agarrando a Laura del brazo. Sus ojos, encendidos y rojos, expresaban un odio palpable—. Si sigues en conta