Eliza
El lunes llegó, cruel y despiadado.
A pesar de todos mis esfuerzos por mantenerme entera, las lágrimas no dejaron de brotar. El fin de semana había sido un infierno, pero estaba decidida. Bastián me iba a escuchar, así fuera lo último que hiciera. No porque todavía lo amara, aunque lo hacía, sino porque merecía que supiera la verdad.
No me merecía el trato que me dio, ni las acusaciones, ni ese desprecio que todavía quemaba. Y necesitaba, por encima de todo, que se diera cuenta de quién era en realidad Venus.
No lo llamé. No le escribí.
Le prometí que, si me marchaba, asumiría las consecuencias. Y soy una mujer de palabra. Pero no me rendiría sin luchar. Aunque no supiera todavía cómo probar que esas fotos eran falsas, iba a demostrarlo.
Como que me llamo Eliza Harper.
Me puse el vestido que mejor disimulaba mis ojeras, me recogí el cabello con una firmeza que no sentía por dentro, y tomé el bolso. Quince minutos después, estaba frente al edificio donde había dejado mi dignidad