Bastián
Había estado nervioso todo el día.
Si bien siempre estoy por las mañanas y por las noches esperándola, esta vez me tomé dos días para hacer la llamada. No quería agobiarla, sentía que había dado un paso gigante con solo no haber sido rechazado por ella.
Además, no había vuelto a tener otra cita con ningún hombre. Eso, sinceramente, era demasiado bueno para mi salud mental.
Llevaba más de cinco meses instalado en Londres y, aunque recuperarla estaba costando más de lo que jamás imaginé, no me arrepentía de haber dejado todo para venir por ella. Porque si algo tenía claro, era que no había punto medio: o me quedaba definitivamente aquí, o me iba… pero siempre con ella.
No había opción para otra cosa. Yo no estaba dispuesto a vivir sin mi Eliza.
Miré la pantalla del teléfono durante al menos cinco minutos. Respiré hondo. Marqué su número.
Un timbre.
Dos.
Tres.
Caminaba de un lado al otro de mi habitación con el estómago revuelto por los nervios. Era capaz de cerrar tratos millona