Bastián
Estaba agotado. Dormir se había vuelto una odisea desde hacía semanas. Eliza no encontraba ninguna posición cómoda y, cada tanto, salía corriendo al baño. Estaba en las últimas semanas de embarazo, y la ansiedad que ambos sentíamos por conocer a nuestra pequeña estaba por las nubes.
Íbamos a tener una niña.
Si soy sincero, estaba aterrado. No sabía si podría funcionar como padre, aunque me había prometido a mí mismo ser uno mucho mejor de lo que fue el mío. No quería que nuestra hija creciera siendo una persona emocionalmente cerrada como lo fui yo…
Bueno, como era yo, antes de Eliza.
Habíamos pasado el día mirando una película. Llevaba dos días sin ir a la oficina porque Eliza había tenido contracciones falsas, y ahora debía guardar reposo. Vivíamos yendo de la cama al sofá y del sofá a la cama.
La levanté con cuidado y la llevé hasta la habitación. Me recosté a su lado, abrazándola. Eliza era inquieta por naturaleza y a pesar de estar de licencia, no paraba. Iba de un lado a