Capítulo 25

La mañana no llegó con luz. Llegó con peso.

Nehir se despertó en el sofá del despacho, aún vestida, con los papeles de Sedat Kara esparcidos como cenizas sobre la mesa. El café que Mirza le había traído estaba frío, pero el gesto seguía tibio en su memoria. No se había movido en toda la noche. No por agotamiento. Por preparación.

Hoy iba a enfrentarlo.

No como jueza.

Como sobrina.

Como mujer que había sido moldeada por un hombre que ahora quería quebrarla.

Mirza la esperaba en el comedor. Vestía traje oscuro, sin corbata, el cabello peinado hacia atrás con más precisión que nunca. Cuando Nehir entró, él se levantó. No dijo nada. Solo le ofreció una taza nueva de café.

—¿Dormiste? —preguntó él.

—No. Pero soñé despierta.

—¿Con él?

—Con lo que voy a decirle.

Mirza la observó. Sus ojos negros no eran inquisitivos. Eran firmes. Como si le ofrecieran un muro donde apoyarse.

—Cemil rastreó sus movimientos. Sedat está en Ankara. En una propiedad que no figura a su nombre, pero que fue regis
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