Los días siguientes a la reunión con Alexander pasaron como una marea lenta y constante. Samantha despertaba cada mañana con la sensación de que el día sería diferente, pero al llegar a la oficina, todo parecía seguir igual, casi como si nada hubiera cambiado. Sin embargo, las palabras de Alexander seguían resonando en su mente: "En este juego de poder, no hay lugar para los inocentes". Algo dentro de ella sabía que esas palabras no eran simples amenazas, sino una advertencia de lo que estaba por venir.
Durante las siguientes semanas, la tensión entre ellos se fue acumulando. Alexander seguía siendo inaccesible, pero su mirada había cambiado cuando la observaba. Antes, todo en él era una fachada de frialdad y control, pero ahora, había algo más profundo, algo más peligroso, como si estuviera desnudando lentamente sus defensas. Samantha intentaba evitarlo, mantener la distancia, pero no podía dejar de sentirse atraída por la intensidad de su presencia.
Una tarde, mientras trabajaba en